sábado, 8 de octubre de 2011

Un Nobel de la Paz con rostro de mujer


Glorianna Rodríguez

El premio Nobel de la Paz del 2011 se lo entregaron a tres mujeres: Ellen Johnson Sirleaf y Leymah Gbowee de Liberia y Tawakul Karman de Yemen. El Presidente del Comité Nobel noruego Thorbjoern Jagland, declaró que la decisión era un reconocimiento a la “lucha no violenta por la seguridad de las mujeres y de sus derechos a participar en los procesos de paz”. No solo merecen destacarse las formas pacíficas de la lucha por la seguridad de las mujeres, sino también la reivindicación de sus derechos de participación. Pero alcance de la lucha de estas mujeres y el símbolo consagrado en este Nobel es incluso de una mayor trascendencia

El caso de Karman, es particularmente notable. Ella ha participado en las manifestaciones estudiantiles en contra el régimen del presidente Ali Abdalá Saleh y es fundadora del grupo “Mujeres periodistas sin cadenas”. Además, es el o la primera árabe en ganar este prestigioso premio. El reconocimiento de sus esfuerzos no solo marca una nueva etapa en la historia de Yemen, sino, además, una transformación con respecto a la promoción de los derechos humanos. Esto amerita mayor discusión.

En realidad los derechos humanos se prestan para interrogaciones profundas. La cuestión de la dignidad humana, la vida, la libertad y la integridad física que conforman la esencia de esta disciplina se refieren a ciertos valores universales. Pero, por otro lado, hoy en día, con las transformaciones económicas, políticas y los nuevos medios de comunicación, los discursos sociales se están redefiniendo. En ese sentido, los derechos humanos tienen el potencial de materializar ideales milenarios como la vida y la justicia en un contexto contemporáneo.

Sin embargo, se debe clarificar que a pesar de que los derechos humanos mantienen una validez universal, su desarrollo y subsiguiente legalización corresponden a un fenómeno claramente occidental.

Es por ello que los avances de los derechos humanos han resultado polémicos. En particular, en regiones como el medio oriente, frecuentemente se ha afirmado que estos son una “imposición extranjera”, incluso se han rechazado como una “especie de imperialismo moral”. Algunos de los violadores de derechos humanos han defendido sus acciones bajo el pretexto de autodeterminación cultural.

Si bien es cierto, los derechos humanos en sí no son una doctrina precisa sino más bien un discurso respecto el bienestar social basado en lo que el escritor Christopher Coker ha definido como un “mínimo moral”. El reto de la promoción de los derechos humanos es lograr promover esos valores fundamentales sin violentar el derecho de auto-determinación de un cada grupo. Es por ello, que los derechos humanos se deben promover al nivel “Glocal” en otras palabras, debe ser un esfuerzo transnacional o global con raíces locales. Los derechos humanos pretenden tener una validez ética universal, pero para lograr una legitimidad moral y una eficacia plena, deben ser interiorizados en cada contexto social.

Desde esa óptica, el triunfo de Tawakul Karman no solo es un avance para Yemen, sino que un avance para la promoción de los derechos humanos. Una madre de tres que además es una musulmana practicante, Karman ha defendido los derechos humanos, la democracia y la paz sin rechazar su fe religiosa o abandonar su identidad cultural. Ella demuestra que los derechos humanos no deben provocar un choque de civilizaciones, a contrario sensu, estos pueden cumplir con su visión universal sin amenazar la identidad cultural, religiosa y de género.

En fin, el verdadero destino de los derechos humanos no es plasmarse en una doctrina estática. Los derechos humanos deben ser un diálogo dinámico y viviente entre los pueblos, basado en valores universales y celebrando la diversidad de la vida. Es por ello que este Nobel de la Paz celebra el potencial de las mujeres de tener mayor participación en los procesos de paz y una mayor voz internacional asentada en un liderazgo moral.

jueves, 6 de octubre de 2011

India y Afganistán: una nueva esperanza

Gloria Álvarez Desanti, Ph.D.

El presidente de Afganistán Karzai y el primer Ministro de la India Manmohan Singh, firmaron un tratado para fortalecer la seguridad, y promover los lazos comerciales y culturales. El tratado se acordó este martes y se considera podrá traer estabilidad en el sur de Asia.

India se está convirtiendo en una potencia regional debido a su crecimiento económico. Desde esta óptica, el reciente tratado le da una esperanza al mundo. Cabe mencionar que a partir del 2014, Afganistán se enfrentará la responsabilidad de asumir su gobernanza debido a la salida de las fuerzas occidentales. En una área del mundo tan afectada por los vaivenes del terrorismo internacional y la violencia interna causada por el radicalismo extremo en contra de la población civil, este tipo de acción de la India es muy bien recibida. Cabe mencionar que este acercamiento entre India y Afganistán coincide con el deterioro de las relaciones entre los Estados Unidos y Pakistán, conocida potencia nuclear.

India ha invertido más de dos mil millones de dólares en proyectos de infraestructura en Afganistán, convirtiéndose en el mayor donador a la sociedad afgana. La política económica de la India es comprensible. La agenda india tiene como objetivo alcanzar una estabilidad económica y política en la región. Los problemas entre Pakistán y la India son evidentes. Existen sospechas de incursión de Pakistán en la política afgana con el asesinato del expresidente Burhanuddin Rabbani, pues era el negociador con el talibán, y el único líder que gozaba de credibilidad entre los grupos que negocian una salida en la mesa de negociaciones. Ante este escenario, la unión estratégica entre India y Afganistán cobra sentido, pues ambos ven en Pakistán a un posible enemigo militar.

El principal objetivo de India podría ser evitar una guerra civil en Afganistán, pues esto llevaría a una complicación en la geopolítica regional. De ahí que un fortalecimiento económico de Afganistán sea considerada como la mejor alternativa.

El consorcio de acero estatal indio podría invertir en Afganistán seis mil millones de dólares en minas, ferrocarriles y una planta de acero. Además, India necesita materia prima que le garantice su rápido crecimiento como potencia económica en competencia con China.

El Presidente afgano Karzai además de estos lazos comerciales quiere iniciar la explotación de hidrocarburos, petróleo y gas natural. Singh manifestó que su objetivo será una integración económica de Afganistán con la India y el resto del sur de Asia. Nueva Dehli está temeroso que con la salida de occidente de Afganistán y el asesinato del líder de la negociación con el Talibán este grupo se fortalezca, surgiendo así el radicalismo extremo de nuevo. De ahí que existan entre los proyectos de desarrollo planes para financiar la educación en Afganistán. También se pueden tener esperanzas que India, al ser un país que recientemente ha avanzado con respecto al reconocimiento de los derechos humanos de la mujer, pueda ejercer una influencia positiva en este campo en la sociedad afgana.

En fin, este acercamiento entre India y Afganistán es una noticia positiva dentro de una región caracterizada por la violencia, la inestabilidad y la pobreza. India se convirtió en una potencia regional, en camino de ser una potencia mundial. En este marco cabe destacar que su naturaleza democrática y su tolerancia ante una pluralidad de creencias y culturas, la han convertido en un modelo interesante para el resto del mundo. Es un ejemplo de un país que ha promovido el respecto por la dignidad humana, materializado en un contexto oriental. Que haya tomado interés en Afganistán es un acontecimiento alentador pues después de décadas de guerra, la asistencia en materia de seguridad es crucial para promover una estabilidad nacional. Por otro lado, la posibilidad de crecimiento económico brindado por los lazos con India quizás ayudará a mejorar la calidad de vida. Sin embargo, el fortalecimiento de los lazos culturales también podrá tener un impacto profundo. La proliferación del fundamentalismo islámico por el Talibán y la violencia provocada por los conflictos de guerra, han convertido a Afganistán en un país de tristeza y sufrimiento. Un respeto por la dignidad arraigada en la sabiduría antigua y nutrida por una riqueza cultural sería un remedio sanador. Ambos países comparten tradiciones milenarias.