martes, 1 de marzo de 2011

La mentira que destruyó una nación

Gloria Álvarez Desanti, Ph.D

Irak, conocido como la cuna de la civilización, fue donde se desarrollaron varios imperios de la antigüedad, lo que lo convirtió en un área culturalmente muy rica. Es aquí donde nace la escritura. En 1980, la economía iraquí era próspera, dependía de la producción de petróleo. Pero se inicia en setiembre de ese año la guerra contra su vecino Irán para poner freno a la expansión del régimen islámico radical de Jomeini y los intereses de las multinacionales petroleras por los pozos de oro negro en la frontera. En esta aventura Hussein fue apoyado por los Estados Unidos, Francia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En esta ocasión el gobierno iraquí de Saddam Hussein fue cuestionado internacionalmente por el uso de armas químicas contra los iraníes y su propia población kurda. Más tarde, en 1990, Hussein invade y se anexa el territorio de Kuwait. Esto dio pie a una coalición internacional que derrota a Irak en la I Guerra del Golfo Pérsico.

En el 2002, el gobierno estadounidense acusa al régimen de Saddan Hussein de tener vínculos con la red Al Qadea y poseer armas de destrucción masiva. El 5 de febrero de 2003, Colin Powell, el Secretario de Estado de los EE. UU. presenta la denuncia ante las Naciones Unidas para justificar la guerra en Irak, basado en las declaraciones de Rafid Ahmed Alwan al-Janabi a la inteligencia alemana y estadounidense.

La invasión de Irak inició el 20 de marzo de 2003 por una coalición multinacional formada principalmente por tropas estadounidenses e inglesas. Se estima que más de un millón de personas murieron. El Pentágono reportó que 4.247 soldados estadounidenses perdieron sus vidas y 34.268 fueron heridos. Para el gobierno estadounidense la guerra tuvo un costo de mil millones de dólares y nueve mil millones de dólares para el Reino Unido. La invasión derrotó rápidamente al gobierno iraquí. Pero se inició una fuerte resistencia contra la coalición multinacional. Se generó una fuerte violencia de parte de la insurgencia iraquí. Se inició una guerra civil entre los sunitas y chiitas que fue la causante de la mayoría de las muertes de los civiles. Después de la captura y ejecución de Saddam Hussein, los problemas políticos y económicos no se estabilizan. Irak se convierte en el segundo país más inestable del mundo. Su infraestructura fue destruida. Después de una guerra de ocho años, el gobierno no ha sido capaz hoy día de proveer electricidad a sus ciudadanos. Las consecuencias económicas de la guerra de Irak para los Estados Unidos fueron terribles también. El gobierno de Bush financió la guerra sin incluir las erogaciones como parte del déficit presupuestario y de esta forma no se enviaba al Congreso el presupuesto, pero estas tenían que pagarse tarde o temprano. Esto fue una irresponsabilidad fiscal que tuvo que afrontar el gobierno de Obama. La guerra finaliza el 19 de agosto de 2010.

Recordemos que los inspectores de armas de las Naciones Unidas nunca encontraron pruebas de armas de destrucción masivas, ni se logró demostrar la relación entre Hussein y Al Qaeda.

El 15 de febrero de 2011, Rafid Ahmed Alwan al-Janabi admitió que mintió. Su historia fue una fabricación. En sus declaraciones al periódico The Guardian (inglés) dijo. "Me dieron esta oportunidad. Tuve la oportunidad de inventar algo para derrocar al régimen". Se suma a esto las revelaciones del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld en sus memorias en las que admite que el programa de armas de destrucción masiva no existía en Irak.

Colin Powell ha demandado que la CIA le dé explicaciones claras.

Desafortunadamente, a la opinión pública mundial parece no haberle interesado estas declaraciones que invalidan la justificación de una guerra que destruyó una nación.

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El mundo islámico

Gloria Álvarez Desanti, Ph.D.

La crisis social que se inició en el mundo islámico es consecuencia de la crisis económica originada por el desempleo en la región. Recordemos que los hechos de hoy día se desencadenaron cuando las autoridades tunecinas le quitan a Mohamed Bouaziz su puesto de vendedor de frutas por no contar con los permisos necesarios y este se inmoló frente al ayuntamiento. Los actos de desobediencia civil, de protesta, y hasta las respuestas de violencia contra la población civil han surgido en varios países en las últimas doce semanas. Además, sabemos que las repercusiones para la economía mundial pueden ser catastróficas. Esta región produce la décima parte del petróleo mundial, cuya cotización en el mercado ha aumentado en un 20%. El barril de petróleo paso de $96 a $115. Los analistas se preocupan que la situación pueda llegar a tener resultados similares a los que vivimos con el embargo petrolero de 1973, la revolución iraní o la invasión de Kuwait.

La inestabilidad política, económica y los disturbios que se han presentado en Túnez, Yemén, Egipto, Irán, Argelia, Bahrein, Libia y ayer domingo en el sultanato de Omán. Estos procesos ponen en evidencia que ningún país está seguro cuando el descontento social crece a causa de condiciones económicas. En semanas anteriores los conocedores de la región afirmaron que Omán sería uno de los países que no enfrentaría crisis y que el efecto dómino no iba a ser una norma.

Las protestas en Omán surgen de forma pacífica. Se demanda mejoras salariales y alza en las pensiones. El sultán Bin Said que ha gobernado el país por un periodo de 40 años, en respuesta a las demandas, cambió su gabinete e hizo concesiones.

Por otro lado, tenemos la violencia con que ha respondido el líder libio, Muamar Gadafi, a quien el Consejo de Seguridad de la ONU impuso una serie de sanciones, entre estas, la congelación de los bienes familiares. Además, se elevó ante la Corte Penal Internacional acusaciones por los abusos a su población.

Los días pasan y la inestabilidad en la región crece. Las medidas tomadas quizás no tendrán sus efectos inmediatos. Desearíamos que florecieran la democracia y el respeto a los derechos humanos. Pero también sabemos que la democracia es un proceso político que se construye lentamente, es necesaria la creación de una serie de instituciones y lo más importante es que la cultura política de un pueblo, y la idiosincrasia nacional no se construyen automáticamente mediante concesiones y reformas otorgadas como respuesta a las situaciones de crisis políticas. pe4ro sí pueden ser un gran paso en esa dirección. No obstante, el surgimiento de gobiernos fundamentalistas también puede ser la desafortunada consecuencia.