Gloria Álvarez Desanti, DPhil.
El 11 de setiembre de 2001, al igual que a muchos residentes de los suburbios de Washington D.C., me tocó apreciar el amanecer sobre la capital. El recorrido al lado del río Potomac a esa hora siempre invita a reflexionar sobre las maravillas de la naturaleza y a dar gracias a la Creación por lo que te ha dado. Nadie se imaginaba que ese día tan hermoso, que se inició como cualquier otro para los vecinos de Washington y New York, marcaría en pocas horas un cambio radical en la política de seguridad nacional para la mayor potencia militar del planeta. A escasas tres horas y media, el terrorismo internacional castigaría fuertemente al pueblo estadounidense. La destrucción de las Torres Gemelas en New York, los daños causados en el Pentágono en Washington y la caída del vuelo 93 en Shanksville, Pennsylvania cobraron la vida de casi 3000 personas.
El responsable de estos actos fue Osama Bin Laden hijo de un yemení y una madre siria. Su padre logró crear una fuerte fortuna, lo que le permitió darle a sus hijos una vida similar a la de los príncipes sauditas. En sus años universitarios Bin Laden es influido por profesores fundamentalistas cuyo objetivo era liberar al islam de la dominación extranjera, una interpretación ultra ortodoxa suní. Con la muerte de su padre se dice que hereda unos 80 millones de dólares. Se ha afirmado que su fortuna llegó a alcanzar los 300 millones de dólares. Al terminar sus estudios universitarios se integró al trabajo en las empresas familiares. Trabajo que abandona en 1979 para unirse al movimiento que luchaba contra la invasión rusa en Afganistán, basado en la Yihad, guerra santa. En ese momento esos movimientos contra la Unión Soviética eran financiados por Estados Unidos.
En 1980 fundó Al Qaeda, una organización yihadista basada en la organización de células con lealtades cuasi tribales. Cuenta con militantes en Pakistán, Indonesia, Argelia, Uzbekistán, Siria, Filipinas, Kosovo, Chechenia, Cisjordania, Líbano, Irak, y Gaza. El objetivo principal de la organización, de acuerdo con las declaraciones del propio Bin Laden, eran los civiles y militares estadounidenses. Sus problemas con Estados Unidos surgieron durante la guerra contra Irak en 1990, por la invasión de los militares estadounidenses a las tierras sagradas y sus atentados para derrocar a la realeza saudí.
Los atentados de Al Qaeda se remontan a 1992 en Yemen, 1993 en New York y Somalia, 1994 en Irán, 1995 en Arabia Saudita, 1998 en Tanzania, 2000 en Yemen, 2001 Estados Unidos, 2002 en Túnez, Pakistán, Yemen, Indonesia y Kenia, 2003 en Marruecos, dos en Arabia Saudita, Indonesia y Turquía, 2004 en Filipinas, España, cuatro en Arabia Saudita, 2005 en Londres, Egipto, Jordania y Algeria, 2006 en Algeria y 2008 en Pakistán.
El terrorismo genera más violencia. A su vez, las actividades de Al Qaeda se usaron por el Presidente Bush para justificar las acciones militares en Afganistán y la invasión de Irak. Esperamos que la muerte de Bin Laden no tenga como desenlace más atentados. Existen razones para el optimismo, la situación de hoy día en Medio Oriente pone en evidencia que el mundo está cambiando. En diversos países, el pueblo ha salido a las calles para reclamar sus derechos humanos. Deseamos que con la muerte de Bin Laden se haya cerrado un capítulo oscuro en nuestra geopolítica contemporánea. Y que en su lugar, se abra el espacio público para el entendimiento. Cabe señalar la palabras de Martin Luther King “La oscuridad no puede derrotar a la oscuridad, solo la luz puede hacer eso. El odio no se puede derrotar con el odio, solo el amor puede hacer eso”.