martes, 8 de abril de 2014

Los fantasmas del Triángulo del Norte


Por: Glorianna Rodríguez.
Hoy día el Triángulo Norte -Guatemala, Honduras y El Salvador- es una de las regiones más violentas del mundo. Ante esta coyuntura se han implementado una serie de políticas altamente represivas, denominadas “mano dura”, las cuales se basan en la creciente militarización de la respuesta estatal. Estas medidas suelen ser el producto del alarmismo social, y revelan la desesperación colectiva.
Trágicamente, lejos de incluir a la sociedad civil o fortalecer las instituciones democráticas, se ha resucitado el espectro autoritario. Aquellas tendencias que monopolizaron el pasado hoy día han adquirido un protagonismo político, social y legislativo. Las consecuencias han sido desastrosas: la violencia sigue siendo epidémica. Sin embargo, las políticas permanecen vigentes aun cuando su resultado conlleva más sangre y más muertes, particularmente de las mujeres.
Según los datos recolectados por Oxfam, mientras que en Honduras, entre 2003 y 2007, el número de asesinatos de hombres aumentó 50%, el número de asesinatos de mujeres ha aumentado 160%. Entre el 2002-2012 aumentó 258%. Guatemala también cuenta con cifras altas, más de 5.000 mujeres han muerto durante 2003 y 2013. Antes de ser asesinadas son usualmente torturadas, mutiladas y violadas. Por su parte, en El Salvador, 25.000 mujeres reportan violencia doméstica o sexual. Hoy día 12 de cada 100.000 mujeres son asesinadas cada año. La activista Silvia Juárez ha señalado que "los criminales (...) dejan los cuerpos en la calle para que todo el mundo vea lo que les ocurrió". Es decir, es un crimen que se realiza con plena impunidad. No provoca escándalo ni vergüenza.
Cabe señalar que la violencia en contra de las mujeres -violencia doméstica, violencia sexual y femicidio- precede la crisis actual de la inseguridad. Estos países comparten una historia sangrienta, caracterizada por la presencia de guerras y hasta genocidio (Guatemala), agravada y legitimada por una cultura patriarcal. Históricamente, las mujeres fueron consideradas ciudadanas de segunda clase, lo cual ha permitido su marginación, en los ámbitos cultural, político e institucional. Es por ello que en lugar de castigar a los agresores el aparato estatal les garantiza impunidad. Las fuerzas públicas generalmente no investigan las denuncias, y los jueces suelen ignorar la normativa internacional e interna con respecto a las mujeres. En Honduras, el delito femicidio ni siquiera ha sido tipificado.
Invisibles. Desde la época colonial, la violencia en contra de las mujeres ha sido ignorada en el imaginario colectivo. Hoy día, aun cuando son victimizadas, las mujeres siguen siendo invisibles. Aun cuando son asesinadas, las mujeres son meros fantasmas y no sujetos de derecho. Sus heridas no son sancionadas, sus muertes no son investigadas. Su sufrimiento no provoca reflexión. Desde la perspectiva institucional, las mujeres son fantasmas. Desde la perspectiva empírica, cada año, cientos lo serán.

En este sentido, transformar el paradigma actual requiere ir más allá del derecho positivo o las políticas públicas vigentes. La violencia tiene raíces profundas. El ciclo de reproducción de la violencia encuentra sus orígenes, en gran parte, en la violencia intrafamiliar. En el núcleo familiar se normaliza y, en algunos casos, hasta se glorifica. Es poco sorprendente que los niños criados en ese entorno sean más fácilmente reclutados por las pandillas y los carteles, y que reproduzcan los patrones que conocieron desde su infancia. De tal manera que la violencia contra las mujeres provoca un ciclo de reproducción de violencia que afecta al tejido social en su totalidad.
Ante esta coyuntura la respuesta no debe ser más represión, sino más democracia. Democracia, en el sentido profundo, basada en la inclusión social y la protección de los derechos humanos. Es necesario implementar leyes, programas y políticas públicas, con la colaboración de la sociedad civil, que respondan a las necesidades de las mujeres que han sido victimizadas. Igualmente, se debe investigar y sancionar el femicidio. Solo así se logrará luchar contra un teatro social protagonizado por la violencia, una dinámica institucional basada en la impunidad, y un camino que nos dirige hacia el caos y el sufrimiento.

*Magister en Derechos Humanos y Humanidades.

http://www.diarioextra.com/Dnew/noticiaDetalle/229120