Por: Glorianna
Rodríguez.
Hoy día el Triángulo Norte -Guatemala, Honduras y El Salvador- es una de
las regiones más violentas del mundo. Ante esta coyuntura se han implementado
una serie de políticas altamente represivas, denominadas “mano dura”, las
cuales se basan en la creciente militarización de la respuesta estatal. Estas
medidas suelen ser el producto del alarmismo social, y revelan la desesperación
colectiva.
Trágicamente, lejos de incluir a la sociedad civil o fortalecer las
instituciones democráticas, se ha resucitado el espectro autoritario. Aquellas
tendencias que monopolizaron el pasado hoy día han adquirido un protagonismo
político, social y legislativo. Las consecuencias han sido desastrosas: la
violencia sigue siendo epidémica. Sin embargo, las políticas permanecen
vigentes aun cuando su resultado conlleva más sangre y más muertes, particularmente
de las mujeres.
Según los datos recolectados por Oxfam, mientras que en Honduras, entre 2003 y
2007, el número de asesinatos de hombres aumentó 50%, el número de asesinatos
de mujeres ha aumentado 160%. Entre el 2002-2012 aumentó 258%. Guatemala
también cuenta con cifras altas, más de 5.000 mujeres han muerto durante 2003 y
2013. Antes de ser asesinadas son usualmente torturadas, mutiladas y violadas.
Por su parte, en El Salvador, 25.000 mujeres reportan violencia doméstica o
sexual. Hoy día 12 de cada 100.000 mujeres son asesinadas cada año. La
activista Silvia Juárez ha señalado que "los criminales (...) dejan los
cuerpos en la calle para que todo el mundo vea lo que les ocurrió". Es
decir, es un crimen que se realiza con plena impunidad. No provoca escándalo ni
vergüenza.
Cabe señalar que la violencia en contra de las mujeres -violencia doméstica,
violencia sexual y femicidio- precede la crisis actual de la inseguridad. Estos
países comparten una historia sangrienta, caracterizada por la presencia de
guerras y hasta genocidio (Guatemala), agravada y legitimada por una cultura
patriarcal. Históricamente, las mujeres fueron consideradas ciudadanas de
segunda clase, lo cual ha permitido su marginación, en los ámbitos cultural,
político e institucional. Es por ello que en lugar de castigar a los agresores
el aparato estatal les garantiza impunidad. Las fuerzas públicas generalmente
no investigan las denuncias, y los jueces suelen ignorar la normativa
internacional e interna con respecto a las mujeres. En Honduras, el delito
femicidio ni siquiera ha sido tipificado.
Invisibles. Desde la época colonial, la violencia en contra de las mujeres ha
sido ignorada en el imaginario colectivo. Hoy día, aun cuando son victimizadas,
las mujeres siguen siendo invisibles. Aun cuando son asesinadas, las mujeres
son meros fantasmas y no sujetos de derecho. Sus heridas no son sancionadas,
sus muertes no son investigadas. Su sufrimiento no provoca reflexión. Desde la
perspectiva institucional, las mujeres son fantasmas. Desde la perspectiva
empírica, cada año, cientos lo serán.
En este sentido, transformar el paradigma actual requiere ir más allá del
derecho positivo o las políticas públicas vigentes. La violencia tiene raíces
profundas. El ciclo de reproducción de la violencia encuentra sus orígenes, en
gran parte, en la violencia intrafamiliar. En el núcleo familiar se normaliza
y, en algunos casos, hasta se glorifica. Es poco sorprendente que los niños
criados en ese entorno sean más fácilmente reclutados por las pandillas y los
carteles, y que reproduzcan los patrones que conocieron desde su infancia. De
tal manera que la violencia contra las mujeres provoca un ciclo de reproducción
de violencia que afecta al tejido social en su totalidad.
Ante esta coyuntura la respuesta no debe ser más represión, sino más
democracia. Democracia, en el sentido profundo, basada en la inclusión social y
la protección de los derechos humanos. Es necesario implementar leyes,
programas y políticas públicas, con la colaboración de la sociedad civil, que
respondan a las necesidades de las mujeres que han sido victimizadas.
Igualmente, se debe investigar y sancionar el femicidio. Solo así se logrará
luchar contra un teatro social protagonizado por la violencia, una dinámica
institucional basada en la impunidad, y un camino que nos dirige hacia el caos
y el sufrimiento.
*Magister en Derechos Humanos y Humanidades.
http://www.diarioextra.com/Dnew/noticiaDetalle/229120