Sebastián
Rodríguez Álvarez
Gary
Slutkin, un médico especializado en epidemiología, comenzó su carrera
profesional combatiendo el avance de enfermedades como la tuberculosis, el
cólera y VIH en África. Diez años después decidió volver a Estados Unidos a la
ciudad de Chicago.
En Chicago, a petición de sus amigos, analizó la violencia en la ciudad e identificó muchos paralelos con las epidemias de las enfermedades que había combatido en África.
Las similitudes en cuanto a la forma que la violencia se esparcía por las comunidades eran sorprendentes. Slutkin se preguntó, ¿es posible que la violencia funcione como una epidemia? ¿Y será posible combatirla, incluso detenerla, con metodologías de salud pública?
Con la meta de mostrar que eso es posible, fundó la organización Cure Violence (Curar la Violencia). Se dedicó a aplicar las técnicas que había utilizado por años combatiendo enfermedades en contra de la violencia.
En vez de ser reactivos hacia la violencia, la estrategia pretende prevenir la violencia antes que suceda. La clave es cambiar la perspectiva de las autoridades, de una mentalidad de un problema de criminalidad a uno de salud pública.
Cure Violence utiliza una metodología de tres etapas: la detección e interrupción de actividades violentas planeadas, el cambio en la conducta de individuos considerados de alto riesgo y cambiando los patrones de las comunidades. Para poder interrumpir las actividades, la organización utiliza trabajadores que son parte de la comunidad para que hablen con individuos de alto riesgo para mitigar conflictos antes de que se vuelvan violentos. Los trabajadores de la organización son personas que fueron miembros de pandillas o tienen algún vínculo con la violencia.
La estrategia funciona. En la primera comunidad que Cure Violence trabajó, lograron disminuir los actos violentos en un 67%. Múltiples organizaciones (incluidos el Centro de Control de Enfermedades y el Departamento de Justicia de EE.UU.) han validado la metodología estadísticamente y esta se ha replicado en más de 15 ciudades en EE.UU. y ya se están lanzando programas similares en siete países más.
En Costa Rica, en los últimos años, el Gobierno ha efectuado una campaña con éxito en contra de la violencia, y ha iniciado programas preventivos, pero aún queda mucho camino por recorrer.
La violencia no es solo un problema de criminalidad, lo es también de salud pública. Para combatir la violencia en nuestro país se debe involucrar no solo entidades como el Ministerio de Justicia, el OIJ, y el Sistema Judicial, sino también la Caja y el Ministerio de Salud, entre otras entidades.
En Latinoamérica, Honduras ya está aplicando esta metodología de Cure Violence y no hay razón por la cual nosotros no podamos hacerlo también.
Tenemos que prevenir el avance de la epidemia de violencia en nuestro país. Existen comunidades enteras y pueblos infectados por la violencia. Es hora de que apliquemos nuevas estrategias.
En Chicago, a petición de sus amigos, analizó la violencia en la ciudad e identificó muchos paralelos con las epidemias de las enfermedades que había combatido en África.
Las similitudes en cuanto a la forma que la violencia se esparcía por las comunidades eran sorprendentes. Slutkin se preguntó, ¿es posible que la violencia funcione como una epidemia? ¿Y será posible combatirla, incluso detenerla, con metodologías de salud pública?
Con la meta de mostrar que eso es posible, fundó la organización Cure Violence (Curar la Violencia). Se dedicó a aplicar las técnicas que había utilizado por años combatiendo enfermedades en contra de la violencia.
En vez de ser reactivos hacia la violencia, la estrategia pretende prevenir la violencia antes que suceda. La clave es cambiar la perspectiva de las autoridades, de una mentalidad de un problema de criminalidad a uno de salud pública.
Cure Violence utiliza una metodología de tres etapas: la detección e interrupción de actividades violentas planeadas, el cambio en la conducta de individuos considerados de alto riesgo y cambiando los patrones de las comunidades. Para poder interrumpir las actividades, la organización utiliza trabajadores que son parte de la comunidad para que hablen con individuos de alto riesgo para mitigar conflictos antes de que se vuelvan violentos. Los trabajadores de la organización son personas que fueron miembros de pandillas o tienen algún vínculo con la violencia.
La estrategia funciona. En la primera comunidad que Cure Violence trabajó, lograron disminuir los actos violentos en un 67%. Múltiples organizaciones (incluidos el Centro de Control de Enfermedades y el Departamento de Justicia de EE.UU.) han validado la metodología estadísticamente y esta se ha replicado en más de 15 ciudades en EE.UU. y ya se están lanzando programas similares en siete países más.
En Costa Rica, en los últimos años, el Gobierno ha efectuado una campaña con éxito en contra de la violencia, y ha iniciado programas preventivos, pero aún queda mucho camino por recorrer.
La violencia no es solo un problema de criminalidad, lo es también de salud pública. Para combatir la violencia en nuestro país se debe involucrar no solo entidades como el Ministerio de Justicia, el OIJ, y el Sistema Judicial, sino también la Caja y el Ministerio de Salud, entre otras entidades.
En Latinoamérica, Honduras ya está aplicando esta metodología de Cure Violence y no hay razón por la cual nosotros no podamos hacerlo también.
Tenemos que prevenir el avance de la epidemia de violencia en nuestro país. Existen comunidades enteras y pueblos infectados por la violencia. Es hora de que apliquemos nuevas estrategias.
En Latinoamérica, Honduras ya está aplicando esta
metodología de Cure Violence y no hay razón por la cual nosotros no podamos
hacerlo también