miércoles, 25 de julio de 2012

Nuestras oportunidades perdidas



Ennio Rodríguez. Economista
Costa Rica ha vivido una crisis económica de baja intensidad prácticamente desde la gran crisis de agosto de 1981. Son treinta años de manejar una sucesión de crisis potenciales sin que estallare ninguna nueva crisis de grandes proporciones, pero sin atender los problemas de fondo. Los resultados están a la vista, con la excepción notable del sector externo, las políticas económicas han estado dominadas por el corto plazo. Se han manejado así los desequilibrios macroeconómicos mediante recurrentes programas de estabilización, que si bien han impedido grandes crisis fiscales y elevadas tasas de inflación, una consecuencia directa también ha sido una treintena de años de oportunidades perdidas, en particular, nunca se han logrado las condiciones para un crecimiento económico sostenido. De estabilización en estabilización, las autoridades económicas han hecho verdaderos malabares para no dejar que el corto plazo estalle. Pero así, una generación no pudo ver superadas las condiciones de rezago relativo con respecto a las economías desarrolladas. Es decir, seguimos atrapados en el subdesarrollo, y la quinta parte de la población, en la pobreza.
Unos pocos datos ilustran las oportunidades perdidas. En 1980, el ingreso nacional per cápita de Costa Rica (medido por la paridad del poder de compra) era superior al de Corea ($6.070 y $5.444, respectivamente). Mientras Corea creció sostenidamente, Costa Rica solo logró un crecimiento promedio mediocre, de tal manera que el ingreso nacional per cápita de Corea en 2011 casi triplica el costarricense ($28.230 vs. $10.497). Incluso, muchos clasifican hoy a Corea como país desarrollado. Los coreanos se demoraron los mismos treinta años en desarrollarse, durante los cuales Costa Rica no logró, siquiera, duplicar su ingreso nacional per cápita por estar sumida en esa crisis permanente de baja intensidad. Otros indicadores sociales como los años de escolaridad promedio de las respectivas poblaciones o los niveles de pobreza reflejan aún más dramáticamente el rezago creciente de Costa Rica.
Otros datos que muestran tendencias de largo plazo son la convergencia o divergencia de los niveles de ingreso per cápita. Una divergencia muestra una separación creciente de los niveles de desarrollo. Mientras en 1960 el PIB per cápita de Costa Rica representaba el 34% del estadounidense, en el 2007 había caído al 27%. Otros países que hace cincuenta años tenían un nivel de ingreso similar a Costa Rica (Irlanda, Singapur y Chile) y otros cuyo ingreso era bastante inferior al de Costa Rica (Corea, Mauricio y Malasia), en el mismo periodo, todos aumentaron su convergencia con Estados Unidos. ¡Singapur incluso logró superar el ingreso per cápita estadounidense! La convergencia ha sido posible en muchas partes del mundo, por lo que debemos concluir que la divergencia y subdesarrollo de Costa Rica son autoinfligidos.
Por décadas tuvimos el problema combinado de un déficit fiscal amenazante (con la breve excepción de la Administración Pacheco que logró tener un superávit primario, aunque a costas de comprimir el gasto y la inversión) y una inflación de dos dígitos. Esta última como consecuencia primordialmente de una política cambiaria que tenía como objetivo, mediante las minidevaluaciones anunciadas, mantener el tipo de cambio real. El cambio en la política cambiaria ha permitido bajar la tasa de inflación. Pero en el frente fiscal ha ocurrido un deterioro, de tal manera que los avances logrados en la reducción de la deuda pública se están consumiendo en el financiamiento de los gastos corrientes y continúa sacrificada la inversión pública al igual que durante las últimas tres décadas. Solo en carreteras el Banco Interamericano de Desarrollo ha calculado un déficit de más de diez mil millones de dólares (solo para alcanzar a países de niveles de ingreso similares). La débil inversión en infraestructuras es una de las causas de las tasas de crecimiento comparativamente bajas y, en consecuencia, de los limitados aumento del empleo y reducción de la pobreza.
El carácter dual de la economía costarricense también impacta negativamente las posibilidades de crecimiento. Así, un sector disfruta de condiciones cercanas al primer mundo, tanto en trámites como en acceso a aeropuerto, electricidad e Internet y, además, está totalmente exento de impuestos. El éxito exportador ha dependido en gran medida de este sector de zonas francas. Pero el empleo depende, principalmente de las empresas nacionales que no disfrutan de dicho régimen, particularmente de las empresas pequeñas y medianas (pymes). Estas deben, entre otros factores: i. batallar contra trámites y controles crecientes administrados de manera ineficiente; ii. pagar impuestos mientras compiten con el sector informal que no lo hace; iii. sufrir créditos caros mientras no existe el financiamiento para capital de riesgo (no hay banca de desarrollo ni mercado de capitales); y iii. les impactan frontalmente las limitaciones de infraestructura en carreteras, puertos y aduanas. Por otra parte, el aumento vertiginoso del empleo público es una de las causas estructurales del déficit fiscal. La solución sostenible en cuanto al empleo depende de la suerte de las pymes. Mientras no se mejoren significativamente las condiciones de su competitividad el crecimiento de producción y empleo no serán satisfactorios.
Política salarial. Los desequilibrios macroeconómicos y la dualidad estructural han contribuido a generar, adicionalmente, una tendencia a la concentración del ingreso, lo cual se ha unido a la política salarial expansiva del sector público, en desmedro de los empleados y empresarios del sector de las pymes y de los pobres. Este deterioro distributivo está alimentando un descontento y desconfianza crecientes. Quizás aliviados porque en el corto plazo (dos o tres años) no estallará el tema fiscal, seguimos optando por el subdesarrollo. Seguimos acumulando nuestras oportunidades perdidas. ¿No va siendo hora de que optemos por desarrollarnos y acabar con la pobreza y la frustración?

http://www.nacion.com/2012-07-22/Opinion/nuestras-oportunidades-perdidas.aspx

2 comentarios:

delvalle59 dijo...

Gloria gracias por enviarnos este artículo elaborado por su esposo, personalmente me parece que hace un uso pertinente de la explicación que da sobre las erradas políticas económicas implementadas por los últimos gobiernos de turno, lo que si no logro cifrar en lo que plantea don Ennio, es en cuanto al mal manejo que hacen los diferentes ministerios sobre el uso que se le dan a los recursos presupuestarios que la Asamblea Legislativa aprueba todo los años y esto lo señalo como educador y donde mi patrono el MEP, tiene un presupuesto exorbitante y al hacer un desglose del mismo, se observan rubros que atentan con el manejo transparente que deben haber con el uso de recursos públicos. Me parece que el frío no está en las cobijas, sino más bien a la interpretación que podemos hacer de un modelo económico que si bien es cierto no es el mejor, pero por lo menos en la gestión que realizó don Oscar, dio un respiro a la cada día más endeudada clase media.

Anónimo dijo...

Excelente artículo. Feliciteme a don Ennio.
Saludos
Walter