Los invito a leer el artículo de mi hijo Sebastián Rodríguez, Reflexionemos
Si gastamos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos lugar para las cosas que son importantes, las que nos traen felicidad...
La Republica PREMIUM
viernes, 28 de diciembre de 2012
viernes, 14 de diciembre de 2012
¿Quiénes somos? Sexo sin saber
Los invito a leer el artículo de mi hijo Sebastián Rodríguez "Sexo sin saber"
El gran problema que enfrentamos hoy día como costarricenses con respecto a la visión de la sexualidad es que aunque nuestra realidad social ha cambiado, las escuelas e instituciones responsables de educar a nuestros jóvenes no han logrado ajustarse a esta realidad
La Republica PREMIUM
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Cumplir sesenta
Ennio Rodríguez
Al cumplir sesenta años puedo confesar, con Neruda,
que he vivido. Hace sesenta años mi mamá se encontraba visitando a mi
papá en el Hospital San Juan de Dios, quien acababa de sufrir una
operación, cuando sintió los dolores de parto. No tuvo que ir lejos, la
trasladaron a otro piso. Así me recibieron en el hogar que ellos habían
formado.
Mi madre hasta la fecha me sigue prodigando su amor y
se preocupa por mi bienestar igual que cuando era niño. Mi padre ya no
nos acompaña, pero dejó la impronta indeleble de sus valores y
principios en mi conciencia. Mi segunda gran bendición ha sido el hogar
que yo formé.
Ha sido una vida intensa de
descubrimientos personales, en la cual he podido percibir a la muerte no
solo como la eventualidad ineludible de todo ser vivo, sino como
cercanía de una posibilidad que se puede materializar repentinamente.
Así, he aprendido a disfrutar este misterio con mayor intensidad.
También
me he percatado de grandes avenidas de significado, de crecimiento.
Estos incluyen el amor, la belleza y la verdad, como caminos
independientes y poderosos, pero que se entrelazan y se vuelven caras de
una misma realidad, donde la verdad es bella, la belleza, verdadera, y
la realidad última, el amor, radiante de belleza y verdad profunda.
Así,
existe el camino de la compasión y la devoción, el favorito de muchos;
pero también la búsqueda y expresión estética es norte para algunos;
mientras que otros se adentran en los misterios científicos y
filosóficos. Ningún camino es superior a otro ni debe perseguirse de
modo exclusivo, pero la naturaleza de cada cual tiende a favorecer algún
método de crecimiento.
Todos, a su vez, tienen un
patrón común: provocan el silencio interior para, mediante la
concentración en el momento, realizar la tarea de la mejor manera. En
estos momentos de silencio y creatividad se crece, pero también se
descubren dimensiones de paz, gozo y serenidad que invitan a continuar
adentrándose para experimentar la espiritualidad de la vida y percatarse
de sus significados precisamente en la trascendencia catapultada por el
silencio interior.
Otros buscan el silencio
directamente en lo que se conoce como la oración de contemplación en la
tradición cristiana y la meditación en las tradiciones orientales. El
camino directo. El silencio como objetivo de trascendencia de una
conciencia refleja, consciente de su observación gozosa, contemplación
que absorbió al contemplante.
En contraposición al
camino de ascenso directo, pero también al silencio fruto de la triada
de caminos de acción (búsqueda y práctica de la estética, verdad y
compasión), están los desvíos: estos son los del mínimo esfuerzo. Además
de la maldad y la auto-destrucción, evidentes rutas hacia el
desasosiego e intranquilidad interiores, están los desvíos más sutiles.
Sutiles por cuanto frecuentemente se disfrazan de motivaciones
superiores.
Un conjunto grande de estos se
concentran en torno a las infinitas posibilidades de la vanidad, las
cuales abarcan incluso los propios senderos espirituales. Otro grupo
tiene al miedo como denominador común, el cual desencadena acciones
negativas o paraliza la acción. Por su parte, el hedonismo tiene
fronteras complejas de descubrir, pero el ascetismo también las puede
tener. Por eso, la vida es un descubrimiento constante.
La
contraposición de caminos de crecimiento o los desvíos del engaño se
conocen por sus efectos en la paz interior, nunca mediante el diálogo
bullicioso interno, el cual corresponde normalmente a las rutas de
desvío. En definitiva, en el silencio interior está la posibilidad de
trascenderse, y en la trascendencia, la manifestación de la unión, de la
comunión con sustratos significantes, mientras que en las trampas de
los desvíos se asientan la separación y el aislamiento, la antítesis de
la comunión. La vida como búsqueda de significado mediante el tránsito
de vías trascendentes. ennio.rodriguez@gmail.com
viernes, 30 de noviembre de 2012
LaRepublica.net - La tortuga o la liebre
Lo invito a leer el artículo de Sebastían Rodriguez
Hace 40 años Costa Rica superaba a Corea del Sur en la mayoría de los indicadores económicos, hoy en día, Corea del Sur es un país desarrollado y nosotros continuamos en búsqueda de ese acontecimiento.
LaRepublica.net - La tortuga o la liebre
Hace 40 años Costa Rica superaba a Corea del Sur en la mayoría de los indicadores económicos, hoy en día, Corea del Sur es un país desarrollado y nosotros continuamos en búsqueda de ese acontecimiento.
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viernes, 2 de noviembre de 2012
Un secreto conocido
¿Quiénes Somos?
Un secreto conocido
Sebastián Rodríguez Alvarez
La III Cumbre sobre
Competitividad organizada por AMCHAM exploró el tema “¿Cuál es la Costa Rica
que necesitamos al 2020?”. Los panelistas discutieron temas muy diversos con el
fin de definir lo que nuestro país puede hacer para lograr un mayor nivel de
competitividad.
Ahora bien, Costa Rica ya
ha logrado diferenciarse en su competitividad en la región, y esto aún sin
haber enfrentado la mayoría de los retos discutidos en la Cumbre sobre
Competitividad. Desde mi perspectiva, una de las claves para entender esta
diferenciación es el capital humano de nuestro país.
Analicemos, ¿qué hace que
los ticos seamos tan distintos como recurso humano en comparación con otros
países?
No existe una respuesta
simple, pero sí hay un elemento, quizás mágico, que nosotros logramos capturar.
Es la esencia de nuestra cultura.
Como todo buen “chef” que
tiene su ingrediente secreto, el cual después de años se vuelve bastante
conocido, nuestros ámbitos laborales tienen un ingrediente especial, el estilo
pura vida.
La actitud pura vida no es
algo que podamos definir precisamente, pero en definitiva nos diferencia en el
día a día del resto del mundo. Cuando un grupo permite que fluya esa energía
propia de nuestra patria, esto facilita el enlace total del equipo.
Cualquier líder con
experiencia puede explicar que un equipo motivado y cohesionado logra producir
y alcanzar metas a un mayor ritmo que uno que carezca de estas características.
Erich Fromm en su trabajo
Del tener al ser explica que “Una de las bases más firmes de la solidaridad
está en la experiencia de compartir el padecimiento propio con el padecimiento
de todos”. La esencia de la expresión pura vida viene de compartir lo más
básico con nuestros hermanos y hermanas, la conexión más primordial, la vida.
El estilo pura vida permite
una capacidad única de encontrar un equilibrio entre nuestro trabajo y las
vidas personales, pero a la vez llega a ser un reto.
Ese estilo por sí solo no
es suficiente para lograr un clima organizacional propicio. Se tienen que
lograr también niveles de productividad capaces de competir con el ritmo
laboral de países que valoran simplemente el rendimiento del trabajador.
De modo que el desafío es
un asunto de balance. Cuando los equipos formados tienen un nivel de motivación
pura vida y ese ritmo ideal de rendimiento, se pueden obtener logros
sobrehumanos.
Concluyo que parte de la
respuesta para la Costa Rica que necesitamos en el 2020 es un secreto bastante
conocido, pero no tomado en cuenta de una manera explícita en el análisis
organizacional tradicional: el estilo pura vida.
Es ese estilo lo que nos
diferencia de los demás países. Tenemos que apoderarnos de nuestra identidad
nacional y triunfar como equipo solidario, más que un equipo, podemos ser una
familia.
De esta forma continuaremos
distinguiéndonos y logrando un mayor grado de competitividad.
sábado, 29 de septiembre de 2012
Delincuencia trasnacional
Glorianna Rodríguez
Históricamente, los derechos humanos tutelan
valores universales y profundos, sin embargo, su legalización fue la reacción a
las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. Esos abusos revelaron la
necesidad de proteger a los seres humanos por encima de la voluntad estatal.
Los grandes crímenes de la guerra fueron impulsados y cometidos por diversos
gobiernos europeos. Los campos de concentración y las masacres fueron
realizados al tenor literal del derecho positivo. Eso reveló que la soberanía
nunca podía ser absoluta, sino que debería ser frenada por valores
supraestatales.
Sin embargo, hoy día, salvo algunos casos
concretos (Corea del Norte, Siria, Irán), algunas de las peores amenazas no
provienen de los estados sino de parte de actores no estatales, tales como el
crimen organizado, las pandillas y el terrorismo. Es por ello que el discurso
moderno de los derechos humanos debe tomar en cuenta las amenazas actuales a la
libertad, la igualdad y la seguridad. El punto de partida de esta
doctrina es siempre la dignidad. En el pasado eso implicó la participación
política, la calidad de vida y la autodeterminación cultural. Se deben
reinterpretar estos conceptos para incluir, además, esta nueva dimensión.
Efectivamente, la esencia propia del contrato social es la convivencia pacífica de los seres humanos. La
proliferación de la delincuencia trasnacional trae consigo la impunidad y la
violencia, lo cual mina por completo esos supuestos.
A raíz de estos nuevo fenómenos, Naciones
Unidas ha tomado diversos acuerdos. En 2000 se promulgó a la Convención de
las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, la
reconoce que “Si la delincuencia atraviesa las fronteras, lo mismo ha de hacer
la acción de la ley”. Para complementar ese tratado, se promulgaron el Protocolo
para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres
y niños, y el Protocolo contra la fabricación y el tráfico ilícitos de armas de
fuego, sus piezas y componentes y municiones.
Cabe mencionar que estos tratados
internacionales responden a los grandes ejes de los delitos internacionales. El
crimen organizado representa una de las mayores amenazas. En el 2005 la Oficina
contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas calculó que este genera
alrededor $322 miles de millones por año. Además, por su propia naturaleza, el
crimen organizado amenaza al estado de derecho debido a que trata de penetrar y
corromper el sistema político y judicial. Por otra parte, la trata de personas
representa otra grave amenaza, debido a la severidad de los abusos que sufren
las víctimas. Según la Organización Internacional de Trabajo, este delito
genera $32 miles de millones anualmente y se calcula que 14,5 millones de
personas son víctimas de explotación laboral, 4,5 personas son víctimas de
explotación sexual y 2,2 millones son esclavizadas. Mientras que el tráfico
ilícito de armas de fuego, según los cálculos reportados por el Council on
Foreign Relations es un negocio cuyo valor se estima en mil millones de
dólares anuales.
Sin embargo, Naciones Unidas no debe ser el
único que promueve el bienestar común ante los abusos de los delitos
trasnacionales. Estos obligan a una una mayor coordinación dentro de los
propios países, pero también en los planos regional e internacional. Desde esta
óptica, algunos avances que se han hecho en el contexto regional son positivos.
Estos incluyen, por ejemplo, el Acuerdo Anti-trafico firmado entre Vietnam y
Tailandia para luchar contra la trata de personas.
Lamentablemente, los
delitos transnacionales hoy día están redefiniendo la realidad geopolítica.
Para poder enfrentarlos se tendrá que dar un verdadero esfuerzo de colaboración
y coordinación multinacional, pero este se debe emprender desde la óptica de
los derechos humanos. Lejos de hacerlos irrelevantes, el contexto actual
los hace más necesarios. Cabe mencionar que en la mayoría de los casos, la
traducción de esas aspiraciones nobles a sus versiones jurídicas, solamente
ocurrió después de periodos oscuros y sangrientos. En cada contexto deben ser
como una especie de brújula para guiar paulatinamente desde el oscurantismo de
la violencia hacia un nuevo contrato social basado en la dignidad, el bienestar
colectivo y la paz. Hoy nuevamente, ante estos nuevos desafíos a la convivencia
que plantean los delitos trasnacionales, la respuesta colectiva debe centrarse
en esas aspiraciones superiores de la humanidad.
domingo, 23 de septiembre de 2012
La leyenda urbana de don Álvaro Monter
Ennio Rodríguez
En su cuarto artículo de
comentario a uno mío titulado “Nos
amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx), inicia mi distinguido profesor don Álvaro
Montero con acotaciones con las cuales estoy de acuerdo sobre la propagación
del consumismo y el individualismo, sobre lo cual también he publicado
anteriormente. Para mí, este materialismo individualista es quizás la fuerza
más destructora de las sociedades contemporáneas. Las peores consecuencias de
la globalización provienen precisamente de su conjunción con los valores
consumistas individualistas. Pero aclaro, estos Los cuales son valores y no
ideología, y de adopción rápida, pues parten de un principio hedonista, por eso
la publicidad induce tan efectivamente estos patrones de comportamiento.
No tengo ningún problema en
discutir sobre el crimen organizado transnacional. Mi apretada síntesis sobre el tema tenía el objetivo de
introducir esta importante fuerza
disociadora de nuestra Costa Rica contemporánea parte del reconocimiento
geográfico de nuestra ubicación en una ruta de tránsito entre los países
productores andinos y los grandes mercados consumidores, particularmente
Estados Unidos.
Desafortunadamente, a pesar de que las causas iniciales son foráneas,
estas echan raíces en nuestro medio, de tal manera, que la
evolución de territorio de tránsito lleva aparejada un aumento del consumo,
eventualmente producción y lavado, y un aumento de la violencia. Las
situaciones de pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso y la
atracción del consumismo desenfrenado son el caldo de cultivo para que una
población de jóvenes se coloquen en una situación de riesgo. Por eso la
sociedad de invertir en estas poblaciones riesgo. Por eso el gasto social debe aumentar. Por eso los ingresos
fiscales deben aumentar. El mejor
combate a los estragos del narcotráfico se asienta en sólidos programas de
prevención social. Pero debido al
origen inicialmente externo del problema debe reconocerse una responsabilidad
compartida con los países productores y consumidores con los centroamericanos.
No obstante, la responsabilidades no se han asumido en la manera diferenciada
que los aportes al problema deberían significar en aportes a su enfrentamiento.
Luego de acuerdo con su método
discursivo, don Álvaro hace un cambio conceptual, sobre la marcha, para, de
esta manera, cuestionar mi argumentación sobre la leyenda urbana en torno al
neoliberalismo. En mi concepción este es una ideología que parte del
presupuesto que toda acción del Estado arroja resultados contrarios al bien
común. Es una ideología y no un
proceso histórico. Don Álvaro asimila el concepto de neoliberalismo a la
globalización y a la economía política de sus vinculaciones con los intereses
locales. Puedo estar más o menos de acuerdo con su descripción del proceso
histórico y en la ponderación de las variables explicativas. Pero esto no es
neoliberalismo. Esta es la confusión metodológica que produce la leyenda
urbana. Una cosa son las fuerzas materiales del cambio tecnológico, las lógicas
de los mercados, las apropiaciones de las rentas monopólicas que estos generan
y sus impactos en la distribución del ingreso, lo cual se vincula, pero no de
una manera determinística, con los procesos políticos. La discusión ideológica
pertenece a otro plano pues es un instrumento de la política. Atribuir el
concepto de neoliberalismo a las corrientes históricas del desarrollo material,
que trascienden la política y la discusión de las ideologías, es el origen de
las confusiones de muchos de los discursos que intentan ser progresistas en
nuestro medio.
Bajo este expediente si el
neoliberalismo es una ideología representada por unas cuantas personas, que
supuestamente dominan algunos partidos políticos, pero a la vez el
neoliberalismo es la principal fuerza de cambio mundial producido por el
triunfo del capitalismo como modo de producción dominante, se cae en el
simplismo de pensar que es suficiente hacer una gran coalición anti-neoliberal (como
movimiento ideológico político) para destronar el egoísmo consumista y dar pie a una utopía humanista solidaria.
Además, puede dar origen a una cacería de brujas, pues es suficiente endilgarle
el calificativo de “neoliberal” a cualquier persona para descalificarla
totalmente en los planos intelectuales y políticos. No don Álvaro, la discusión
debe ser sobre las alternativas de cambio político, pero asentadas en el
análisis de la realidad. Estoy de acuerdo que la meta debe ser lograr una
sociedad asentada sobre pilares de humanismo y solidaridad, pero también sobre
un fundamento de eficiencia y competitividad internacional de la
producción. Cómo se articula esto
es el desafío de nuestros tiempos.
Pero me temo que plantear una gran coalición anti-neoliberal para lograr
todo esto, es un proyecto político asentado en un diagnóstico producto de una
leyenda urbana basada en una confusión de una ideología con las fuerzas de la
historia y, por lo tanto, sin planteamiento alternativo coherente. Oponer una
ideología no es lo mismo que intervenir en las fuerzas de la historia,
especialmente si se reconoce la
existencia de un modo de producción dominante.
jueves, 20 de septiembre de 2012
De la corrupción y otros demonios de don Álvaro Montero
Fuera de contexto. Nuevamente recurre don Álvaro al expediente de sacar frases de contexto de mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx) para atacarme por posiciones que no son las mías. En un contexto en donde argumentaba que el Estado no ha acometido tareas primordiales como la inversión en infraestructuras, es decir cuando argumentaba que el problema de nuestro desarrollo es falta de Estado y no exceso de Estado, aproveché para decir que funciones hoy no necesarias, como producir licores, que tuvo su justificación en su momento, no habían sido revisadas, don Álvaro la convierte en una afirmación del prejuicio ideológico neoliberal que toda intervención del Estado es contraproducente. Nada más lejos de mis intenciones ni del texto en que está inmersa la frase de marras. Mi posición ideológica no es neoliberal, ni tampoco comulga con el simplismo de pensar que lo que ocurrió en Costa Rica fue una reforma neoliberal. Mi contribución, incomprendida por muchos, don Álvaro incluido, es intentar dilucidar las fuerzas más complejas, no reducibles a estereotipos, que explican nuestra situación actual y los desafíos hacia delante. Por lo tanto, el camino fácil es reducirme a los estereotipos en boga, para luego criticar los estereotipos.
De acuerdo don Álvaro, el desafío es mantener los empleados públicos ocupados y productivos. El aumento injustificado de la planilla estatal y sus remuneraciones explica, en parte, el problema fiscal y complica las opciones futuras del accionar público.
Ausencia de proyecto nación. Cuestiona don Álvaro mi proposición de que no se contaba con un proyecto nación cuando estallan los grandes casos de corrupción. Para eso hace referencia a algunos de los logros en materia de políticas públicas e inversiones estratégicas como electricidad y agua. Todo lo cual lo comparto y no cuestiono. Pero sí cuestiono que el modelo de crecimiento era incapaz de generar las opciones de empleo bien remunerado a la creciente fuerza laboral, en parte por la discriminación en contra de las empresas nacionales, las cuales siguen esperando una simplificación de trámites para volverse más competitivas. De acuerdo con los índices internacionales respectivos estamos bastante atrasados. También me parece una verdadera barbaridad que por treinta años prácticamente se detuvo la inversión pública en carreteras, puertos y aeropuertos, lo cual son prerrequisito y fuente de crecimiento. Don Álvaro, los avances sociales y en algunos campos de infraestructura no se pueden sostener y menos profundizar sin una un replanteamiento del modelo de crecimiento y una reforma fiscal y un uso inteligente del endeudamiento externo (no para pagar gastos corrientes). Sobres estas materias, claves para un proyecto nación, seguimos en deuda intelectuales y políticos, y me ubico más en la primera categoría que en la segunda. A eso me refería don Álvaro, un estado fuerte, capaz de redistribuir el ingreso, solo se puede basar en una economía que crece vigorosamente y contribuye fiscalmente. Pero no creo que exista un modelo de estatización de la producción que funcione en el siglo XXI. Desconozco su posición al respecto.
Den la corrupción y sus demonios. Ninguna presunción de buena fe sobre los casos de corrupción se puede colegir de mis palabras y no entiendo su intención al afirmarlo. Mis comentarios sí dicen lo destructivo que han sido para el sistema político los casos de corrupción, los cuales no los defiendo ni justifico y además, les reclamo que desprestigiaron y corrompieron los procedimientos de emergencia. Esto además en un entorno de entrabamiento del accionar público.
Desliza don Álvaro la frase “a muchos les conviene que todas las culpas recaigan en doña Laura…” No me achaca pertenecer a ese grupo, pero de frente le digo que no soy partidario de simplismos ni de lanzar afirmaciones contrarias a la verdad evidente. En lo de la corrupción, que cada palo aguante su vela y solo espero que el sistema de justica sea capaz de brindar una justicia pronta y cumplida en todos los casos.
Finalmente, quiero decirle que la invasión de competencias entre los poderes de la República tiene postrada la democracia nuestra, tema que desarrollo en mi artículo posterior al que me comenta don Álvaro titulado “Ante la disyuntiva nacional” (www.nacion.com/2012-09-09/Opinion/ante-la-disyuntiva-nacional.aspx), y no repetiré aquí, pero en resumen argumento que debe recomponerse la división de poderes y realizar una reforma política profunda; recomponer el modelo de crecimiento; y replantear y fortalecer los mecanismos de distribución del ingreso.
lunes, 17 de septiembre de 2012
El modelo exportador de don Álvaro Montero Mejía
Ennio Rodríguez
El modelo exportador. En su segunda entrega el Dr. Álvaro Montero en su crítica a mi
artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx)
me hace defensor del modelo de promoción de exportaciones, para luego
criticarle sus limitaciones. Para ello saca de contexto una afirmación mía
reconociendo ciertos éxitos de la atracción de inversiones y promoción de
importaciones. Pero para empezar, no hice ninguna apología del supuesto modelo,
por lo tanto, criticar lo que don Álvaro llama “modelo” no es necesariamente una
crítica a mi planteamiento. Todo lo contrario, mi esfuerzo fue mostrar las
debilidades y consecuencias de estos programas estratégicos, es más ni siquiera
creo que se merecen el nombre de “modelo”. Por el contrario estos programas, en ausencia de otros que
los complementen, y reconociendo que se dieron abusos públicos y notorios, constituyen
una de las fuentes de alimentación de las fuerzas centrífugas o disgregadoras a
las que hice referencia en tres de mis artículos publicados en otro medio. Eso
sí, me parece importante ir definiendo puntos de encuentro en el análisis para
poder buscar elementos de convergencia en la propuesta para el desarrollo
nacional. Ante las fuerzas
disgregadoras, tenemos la responsabilidad de identificar también las fuerzas de
convergencia ante las demandas de rectificación del modelo de desarrollo
costarricense. El esfuerzo exportador es claramente insuficiente como modelo de
desarrollo y debe complementarse, como ya lo he indicado anteriormente con un
mejoramiento sustancial del clima de negocios para las pymes, fortalecer los
programas de encadenamientos de estas con el sector de zonas francas, mayor
inversión en infraestructuras y programas sociales, y, necesariamente, una
reforma fiscal, solo para plantear algunos elementos.
Deuda externa. Cuando don Luis Alberto Monge me hizo el honor de nombrarme
Ministro Consejero para Asuntos de Financiamiento y Deuda Externa, hicimos un
esfuerzo de demostrar cuantitativamente la incapacidad de pagar la deuda en los
términos programados (para lo cual usamos un modelo de consistencia del propio Banco
Mundial –BM–), trabajamos con la opinión pública, particularmente con los
sindicatos e invitamos a otros países que compartían con nosotros las
características de estar altamente endeudados y ser pequeños, e hicimos una
denuncia, que tuvo acogida, que la comunidad internacional no nos prestaba
suficiente atención, pues estaba preocupada por lo grandes deudores. Al final,
Costa Rica logró abrir brecha. Recuerdo un argumento que presentamos era que
los organismos internacionales no dejaban que el mercado operara. En un sistema de mercado si dos partes
hacen un mal negocio, pues tienen que asumir las pérdidas. Los préstamos fueron
hechos irresponsablemente, como señala don Álvaro, pero el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y otros pretendían que se honraran a los precios en libros, no a los
precios de mercado, los cuales ya mostraban descuentos importantes. Un
argumento sin bases en lo legal y económico y se basaba en impedir que funcionara
el mercado, por cuanto este no le convenía a los bancos… Finalmente, los países
lograron renegociaciones de sus deudas por debajo de los precios de mercado.
Costa Rica fue el primero.
El inicio de la apertura
externa. Primero debo aclarar que la apertura era
ineludible. La sustitución de importaciones de importaciones en el marco de
Centroamérica y la exportación de bienes primarios a terceros mercados, tenía
las limitaciones que Prebisch y otros en la CEPAL ya habían señalado, su
tendencia recurrente a generar crisis del sector externo. Raúl Prebisch,
proponente de la sustitución de importaciones, muy claramente había señalado
que esta debía ser temporal y el objetivo debía ser desarrollar exportaciones
industriales (incluso industrialización se planteaba en esas décadas de los
sesenta y sesenta como sinónimo de desarrollo). Las crisis petroleras seguidas
de la crisis de la deuda (estaban vinculadas) precipitaron y vinieron a
complicar el tránsito hacia la apertura. Pero este era ineludible.
Condicionalidad cruzada.
La discusión eran los términos, condiciones y características
de esa apertura. Recuerdo 1985, año pre-electoral, Costa Rica enfrentaba lo que
se denominó la condicionalidad cruzada, mediante la cual la renegociación de la
deuda se condicionaba a un acuerdo con el FMI y a un préstamo de ajuste
estructural con el BM. El FMI condicionaba su apoyo a acuerdos con los bancos y
el BM, y este al acuerdo con el FMI. Nos tenían amarrados y eran en los meses
álgidos de la campaña de 1986. El BM (el cual vivía los momentos más extremos
del fundamentalismo de mercado) pretendía que Costa Rica hiciera una
liberalización de shock a la chilena: adoptar un arancel único y uniforme para
bienes finales, intermedios y materias primas, lo cual además significaba
salirnos del mercado centroamericano. Las negociaciones llegaron al más alto
nivel. El Presidente Monge Álvarez les indicó a los funcionarios del BM que él
no pasaría a la historia como el Presidente que había destruido la industria
nacional ni el mercado centroamericano. A partir de ese momento pudimos
negociar una apertura gradual, en el marco del mercado centroamericano y con un
importante programa de salvamento de empresas. Por eso don Álvaro, su crítica a
los llamados PAEs no hace justicia a nuestra historia, particularmente al
capítulo del Presidente Monge Álvarez.
domingo, 16 de septiembre de 2012
Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro Montero
Les comparto
que a raíz de mi artículo "Nos amenazan fuerzas centrífugas" don Álvaro
Montero Mejía escribió cuatro artículos críticos de mis planteamientos. Les
adjunto el primero de cuatro artículos en los que procedo a responderle a don Álvaro.
El debate está teniendo lugar en los medios digitales El País, Combate
Político y La Fragua.
Saludos
cordiales,
Ennio Rodríguez
Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro
Montero
Me distingue mi estimado profesor don Álvaro Montero con
una serie de comentarios a mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx), el segundo de una serie de tres artículos míos, los
cuales se dividen en tres por razones de límites de espacio en los ensayos que
publican los diarios. No obstante, mis planteamientos solo se completan hasta
el tercero. Pero procedo a
comentar el primero de la serie correspondiente de don Álvaro. Hago énfasis en
los temas de desacuerdo, pues en muchos es más una diferencia de lenguaje que
de fondo.
Fuerzas
centrífugas. Las fuerzas
disgregadoras de don Álvaro no son las mismas que yo planteo. Mi aproximación a
la realidad difiere de la suya en el sentido de que no trato de listar aquello
que no me gusta, sino que intento buscar en las tendencias de la historia
social y económica, propias de la dinámica costarricense aquellas que son
fuerzas de cambio potencial. Es
decir, mi método no es enfrentar una utopía a la realidad, sino intentar una
aproximación haciendo uso de las ciencias sociales para determinar las
posibilidades de cambio que existen o pudiesen haber existido en el pasado y no
se aprovecharon. Mi motivación central es señalar que por treinta años hemos
desaprovechado oportunidades y que muchas de estas aún están ahí, pero tendría
que convertirse en bases de planteamientos políticos para transformar a Costa
Rica en un país más desarrollado y más solidario. Sería interesante si don
Álvaro nos aclara cuál es el modelo alterno a partir del cual plantea sus
críticas, en particular cuál es su visión actual en la relación entre estado y
mercado, de sus palabras no logro percibir un planteamiento, sino una colección
de temas que no le gustan.
Para empezar, en el siglo XXI vivimos el cumplimiento de
una de las predicciones centrales de Karl Marx, que el capitalismo llegaría a
ser el modo de producción dominante, eso es lo que interpreto don Álvaro llama
“las fuerzas corporativas de la globalización”. Con esto quiero decir que puede ser que nos guste o no nos
guste el capitalismo, pero este es el modo de producción dominante y ni Costa
Rica ni economía alguna del planeta es ajena a sus fuerzas. Incluso
China ha adoptado lo que pareciera ser una variante de capitalismo de estado
liderada por el propio Partido Comunista auto-reformado. A partir de esta realidad, se pueden
construir las opciones que mediante la política nacional se pueden conformar
para mitigar efectos indeseables de esas fuerzas globales y también tomar
ventaja de las oportunidades que puedan brindar, pero no podemos ser ajenos a
esas fuerzas.
En ese marco, he criticado el patrón de crecimiento costarricense
(más extensamente desarrollado en un artículo anterior “Nuestras oportunidades
perdidas” miopinioncr.blogspot.com/2012/06/nuestras-oportunidades-perdidas.html),
el cual ha privilegiado excesivamente a las empresas de zonas francas, no
critico que se atraigan, por cuanto la tecnología y el acceso a mercados de
punta, requiere de la presencia de las empresas trasnacionales. Pero sí
cuestiono que a las pymes y en general, a las empresas que producen para el
mercado nacional y centroamericano, no se les han creado condiciones adecuadas
de competitividad, con lo cual se ha fomentado indirectamente el surgimiento de
un sector informal. Lo cual no equivale a plantear con Rodolfo Cerdas que existían
posibilidades para pensar que la industrialización basada en la burguesía
nacional podía dar pie a un frente popular anti-imperialista y lograr un
desarrollo auto-centrado como lo recomendaban planteamientos en boga en la
década de los setenta. Esa opción no simplemente no existió. El proceso de
transnacionalización de la producción ya había empezado. No es válido criticar el pasado a partir
de opciones inexistentes.
También cuestiono que no se haya logrado una reforma
fiscal que modernice el sistema tributario y distribuya más equitativamente las
cargas, y esto incide centralmente en el problema de concentración de riqueza
que estamos viviendo, lo cual es un factor disgregador evidente, además de
limitar las capacidades de inversión pública en infraestructura y en programas
sociales. Un planteamiento progresista tiene que incluir una reforma fiscal
para potenciar el crecimiento vía la inversión pública y la redistribución vía
impuestos y, principalmente gastos sociales.
El ser
costarricense. Discrepa don
Álvaro de mi interpretación del ser costarricense para lo cual hace dos
argumentos que no contradicen mi planteamiento. Se refiere primero a la
Generación del Olimpo de finales del siglo XIX que abraza el libre cambio y
establece las bases del estado liberal. Esa generación logró ese salto
cualitativo en el desarrollo nacional en el marco de esa mentalidad
prevaleciente. Igualmente los reformadores del siglo XX Manuel Mora, Monseñor
Sanabria, Rafael Ángel Calderón Guardia y José Figueres, para mencionar solo los
principales líderes, nuevamente se elevan de su medio y logran plantear y
concretar reformas visionarias. Pero esto no cambia el modo huraño y desconfiado
de los ticos. Remito a observadores agudos como don Constantino Láscaris, quien
ahondó en el tema.
El papel de las
instituciones. Confunde don
Álvaro periodos y método de análisis cuanto me critica por
mi referencia a la teoría de la modernización de Max Weber, aplicada a Europa
del siglo XIX (Economía y Sociedad y Ética Protestante y el Espíritu
del Capitalismo) cuando la aplica para describir, lejos de mis intenciones,
al capitalismo contemporáneo. El planteamiento de Weber lo traje a colación por
cuanto si bien no agota el tema del desarrollo, sí establece uno de sus
requisitos: el desarrollo de una marco legal e institucional de convivencia, las
bases para el contrato social de Rousseau. Toda sociedad que logre
desarrollarse debe cumplir con este tránsito. Mientras el neoliberalismo pone
el énfasis en la liberalización de los mercados, yo pongo gran énfasis en el
desarrollo legal e institucional. Desde luego que este análisis no pretende ser
válido como descripción del capitalismo desarrollado contemporáneo como
pretende don Álvaro. A este lo caracterizaría por la internacionalización de la
producción y de los movimientos financieros, el capital ganó la partida en el
conflicto entre trabajo y capital. Por primera vez en la historia, el
capitalismo es el modo de producción dominante. Como dijo Warren Buffet: “Es
lucha de clases. Mi clase está ganando pero no debería”. Por su parte, la
economía política de los abusos que desembocaron en la Gran Recesión de 2008-9
y su manejo posterior es elocuente en cuanto a la impunidad y beneficios
desmedidos del sector financiero. Pero esto no descarta que ocurren en un marco
de respeto a la legalidad de parte de la sociedad en general y, en particular,
de las clases medias que bien describió Weber, y que se constituye en uno de
los desafíos para los países subdesarrollados: el desarrollo de instituciones eficientes
y de marcos de convivencia basados en la legalidad. A eso hacía referencia a
partir de mi preocupación de identificar condiciones necesarias para el
desarrollo nacional.
domingo, 9 de septiembre de 2012
Ante la disyuntiva nacional
Ennio Rodríguez.
Economista
Nuestra Costa Rica, esa que promete pero no alcanza, esa que
consigue por momentos deslumbrar pero pierde continuidad, esa que, a pesar de
sus logros genera insatisfacción, se encuentra en una gran disyuntiva: o
plantea un conjunto de reformas sustanciales que signifiquen un salto
cualitativo al desarrollo, o verá seriamente amenazados sus logros en materias
tan relevantes como la distribución del ingreso y la salud, además del colapso
creciente de las infraestructuras de transporte, para citar solo algunas. Las
dificultades son tan profundas y las limitaciones tan serias que requerimos una
refundación de los cimientos de nuestro sistema de convivencia nacional.
Recomposición de la democracia. Uno de los pilares de la democracia es la
división de poderes, indispensable para establecer los pesos y contrapesos
requeridos en una democracia representativa. Al haberse perdido esta división
de poderes se trastocó el sistema político y parece haberse caído en un inmovilismo
reglamentista que adquiere ribetes de anomia política. Por ejemplo, existen
tribunales en el Poder Ejecutivo tales como Setena y el Tribunal Administrativo
de Transportes; la Sala Constitucional invade competencias legislativas, cual
Senado no electo, y también ejecutivas; la Contraloría General de la República,
perteneciente a la Asamblea Legislativa, en ocasiones se erige en tribunal y
juzga y sanciona, al igual que el Tribunal Supremo de Elecciones.
El más menoscabado de todos, el supuesto primer poder de la
República, es incapaz de acometer reformas importantes pues su reglamento
arcaico, complementado con los fallos correspondientes de la Sala
Constitucional, le atribuyen, de hecho, poder de veto a cualquier diputado. Por
lo tanto, es necesario replantear jurisdicciones a los poderes y
simultáneamente oxigenar un sistema judicial para dar pie a principios
doctrinales (más allá de los derechos humanos) y a la jurisprudencia, la
costumbre y al sentido común para que estos jueguen un papel central y no limitarse
a ser meras fuentes supletorias de derecho. El sistema no puede estar dominado
por un positivismo extremo (las dictaduras siempre cuidaron la legalidad, hasta
el Talibán y el nazismo), y por lo tanto, anquilosado, cuando la capacidad de
adaptación y reforma son demandadas por el cambio tecnológico, económico,
social y político del mundo contemporáneo.
Los romanos, padres de nuestro sistema legal, en su tiempo,
supieron combinar y enriquecerse mediante la introducción de principios de
equidad, la jurisprudencia y la flexibilidad. Para fortalecer la democracia en
un mundo de mayor rendición de cuentas y multipartidismo, es hora de plantearse
un sistema parlamentario.
Las bases del crecimiento. Nuestro crecimiento, razonable para los estándares latinoamericanos,
es insuficiente para dar un salto que nos acerque al mundo desarrollado. Deben
recomponerse sus bases. El sector productivo está dividido en tres sectores que
viven mundos distintos: i. el moderno (compuesto por las empresas de zonas
francas y turísticas, con privilegios impositivos y de simplificación de
trámites); ii. el informal (simplifica los trámites de hecho al actuar al
margen de la ley, con lo cual también adquiere ventajas competitivas); y iii.
el nacional (principalmente pymes, el mayor empleador del país, sobre el que
recae una carga desproporcionada de los impuestos y sujeto cada vez a más
controles y trámites).
El sector informal no debiera existir, por lo cual deben
establecerse las condiciones y penalidades para que transite hacia el formal;
al sector nacional debieran dársele condiciones de competitividad idóneas, con
una mayor inversión en ciencia y tecnología, y distribuirse mejor las cargas
impositivas entre todos los sectores productivos. El país debe hacer un plan de
inversión de infraestructura de mediano plazo y, en ese marco, en adición a las
necesidades de políticas sociales, plantear una reforma fiscal integral.
Redistribución del ingreso. Mayor equidad distributiva es un clamor sordo que ha estallado
bajo distintas consignas como el ‘combo’ y el TLC. Debe atenderse no solo por
razones éticas y de conveniencia política, sino para atender el mayor desafío
actual: la inseguridad. La prevención social es la forma menos costosa de
atacar la violencia y la criminalidad. En este campo, el sistema de salud y
seguridad social amenazan con convertirse en bombas de tiempo, y la inversión
en educación es insuficiente. Esto se vincula directamente con el patrón de
crecimiento y la reforma fiscal, pero también con la reforma del Estado para
lograr mayor eficacia, particularmente en la gestión de las políticas sociales.
Cuestión de método. Una refundación nacional no se logra por los métodos
tradicionales. Tampoco lo puede lograr un solo partido. Es hora de plantear un
Gobierno de unidad nacional cuyo propósito sea plantear las bases para la
Tercera República. nacion
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Nos amenazan fuerzas centrífugas
Ennio Rodríguez, Economista
La sociedad
costarricense del siglo XXI sufre un proceso de disociación creciente. Desde
1948 nunca hubo fuerzas disgregadoras tan fuertes. El sistema político muestra
una disonancia en aumento. Crecen el descontento y la desconfianza.
Hasta la mitad del
siglo XX, Costa Rica seguía siendo una sociedad tradicional predominantemente
rural y dominada por el Valle Central, con su visión de las cosas cercada por
montañas y cerros, donde la posible amplitud de miras de las costas y llanuras
poco contribuían a definir la personalidad nacional. Se había forjado una
personalidad desconfiada, típica de los serranos de las novelas de Vargas
Llosa, huraños, conservadores y resistentes al cambio.
Esa sociedad, casi sin
clase media, vivía una pobreza generalizada y con instituciones como el
compadrazgo, propia de las relaciones entre cafetaleros pequeños con los no tan
pequeños. Había cercanía, confianza y los problemas se resolvían por
influen-cias. Esa sociedad tradicional y rural pasa por dolores iniciales de parto
de la modernidad. La revolución de 1948 augura una transición hacia una
sociedad desarrollista con un Estado que asume nuevas funciones y empieza a
funcionar sobre la base de normas y mayor respeto legal, empezando por el
sistema electoral.
Se adoptan los
postulados en boga de la industrialización por sustitución de importaciones y
la integración económica regional, el Estado acomete no solo grandes obras de
infraestructura, sino también fortalece sus programas sociales, con singular
éxito en electricidad y salud. Surgen así una naciente clase media y nuevos
grupos empresariales, muchos surgidos a la sombra del Estado.
Las sociedades
modernas se caracterizan por el predominio de normas y leyes que definen las
relaciones sociales, donde se desarrolla el individualismo y las decisiones
pasan ser determinadas por idoneidad y competencia y cada vez menos por
influencias o compadrazgos. Costa Rica transitaba por esa ruta, no sin
altibajos, cuando la sorprenden las crisis del petróleo de los setentas y
afloran las limitaciones del modelo de crecimiento, hasta hacer crisis en
agosto de 1981, luego de un endeudamiento externo galopante que vino a
profundizar la gravedad de la crisis con el intento fallido de evitar los
ajustes ineludibles en lo fiscal y, particularmente, en un sector externo
vulnerable a cambios en los términos del intercambio.
La respuesta a la
crisis de pagos externos incluyó una importante diversificación de las
exportaciones y una reducción del proteccionismo. Se han logrado atraer con
éxito grandes empresas transnacionales, de altísima productividad, y se ha
desarrollado el turismo. Pero estos sectores de alto crecimiento no contribuyen
fiscal-mente y no se acomete, en treinta años, una reforma fiscal.
El Estado, en su
anemia fiscal, deja de construir la infraestructura pública y asume nuevas
funciones de control y supervisión sin dotársele de los recursos necesarios y
sin realizarse la necesaria revisión de sus funciones históricas heredadas,
¡sigue produciendo hasta licores!, y con una planilla desproporcionada en
tamaño y niveles de remuneración. Asimismo no se han modernizado las
condiciones de competitividad para el empresariado nacional.
En medio de esta
transición desordenada hacia la modernidad, sin claridad de un proyecto nación,
estallan los grandes casos de corrupción. La necesaria confianza en un régimen
objetivo e impersonal, fundamentado en la legalidad, se hace añicos. Emerge
nuevamente la desconfianza ancestral de los serranos. La respuesta jurídica ha
sido generar cada vez mayores controles, con lo cual, se traslada el poder de
las autoridades políticas a los mandos medios (los guardianes de los
procedimientos crecientemente reglamentados) y a la Sala Constitucional, cuyo
único norte pareciera ser la salvaguardia de los procedimientos y una invasión
inmisericorde de competencias de todos los poderes, incluido el propio Poder
Judicial.
Así se ha dificultado
el accionar público por razones fiscales y legales y, para colmos, los intentos
de hacer obra mediante procedimientos expeditos ante la asfixia reglamentaria,
han terminado en los abusos más sonoros, con el descrédito de los
procedimientos de emergencia.
Mientras tanto el
mundo se globaliza y estalla el consumismo como medio de conducta universal.
Este encuentra terreno fértil en la sociedad costarricense, crecientemente
desigual fruto de los desequilibrios macroeconómicos y el modelo de
crecimiento. En este marco, irrumpe con fuerza el crimen organizado, con una
dimensión transnacional producto de un determinismo geográfico inescapable, así
se deterioran las condiciones de vida, con mayor impacto en la población de
menores ingresos que puede protegerse menos de la inseguridad.
Finalmente, se
desarrolló una leyenda urbana: la gran conspiración neoliberal, la cual
supuestamente transformó el modelo de desarrollo de acuerdo con esta ideología,
y provocó la concentración del ingreso. Una explicación fácil, y como tal,
atractiva, de lo que es de suyo un problema complejo, y que sustituye el
análisis, e incluso hace innecesaria la propuesta seria (¡sería suficiente
sacar del poder a los neoliberales!). Así, al descontento justificado se le
agrega la confusión injustificada.
Para
revertir las fuerzas centrífugas, debemos partir del análisis de nuestra
realidad para, sobre bases sólidas, dimensionar el cambio necesario. Solo así
podremos transformar el descontento en una fuerza positiva de cambio político.
La complejidad del diagnóstico obliga a soluciones extraordinarias que, sin
traicionar los principios democráticos, genere una plataforma multipartidista
de transformación profunda. http://www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx
miércoles, 25 de julio de 2012
Nuestras oportunidades perdidas
Ennio Rodríguez. Economista
Costa Rica ha vivido una crisis económica de baja intensidad
prácticamente desde la gran crisis de agosto de 1981. Son treinta años de
manejar una sucesión de crisis potenciales sin que estallare ninguna nueva
crisis de grandes proporciones, pero sin atender los problemas de fondo. Los
resultados están a la vista, con la excepción notable del sector externo, las
políticas económicas han estado dominadas por el corto plazo. Se han manejado
así los desequilibrios macroeconómicos mediante recurrentes programas de
estabilización, que si bien han impedido grandes crisis fiscales y elevadas
tasas de inflación, una consecuencia directa también ha sido una treintena de
años de oportunidades perdidas, en particular, nunca se han logrado las
condiciones para un crecimiento económico sostenido. De estabilización en
estabilización, las autoridades económicas han hecho verdaderos malabares para
no dejar que el corto plazo estalle. Pero así, una generación no pudo ver
superadas las condiciones de rezago relativo con respecto a las economías
desarrolladas. Es decir, seguimos atrapados en el subdesarrollo, y la quinta
parte de la población, en la pobreza.
Unos pocos datos ilustran las oportunidades perdidas. En 1980, el ingreso
nacional per cápita de Costa Rica (medido por la paridad del poder de compra)
era superior al de Corea ($6.070 y $5.444, respectivamente). Mientras Corea
creció sostenidamente, Costa Rica solo logró un crecimiento promedio mediocre,
de tal manera que el ingreso nacional per cápita de Corea en 2011 casi triplica
el costarricense ($28.230 vs. $10.497). Incluso, muchos clasifican hoy a Corea
como país desarrollado. Los coreanos se demoraron los mismos treinta años en
desarrollarse, durante los cuales Costa Rica no logró, siquiera, duplicar su
ingreso nacional per cápita por estar sumida en esa crisis permanente de baja
intensidad. Otros indicadores sociales como los años de escolaridad promedio de
las respectivas poblaciones o los niveles de pobreza reflejan aún más
dramáticamente el rezago creciente de Costa Rica.
Otros datos que muestran tendencias de largo plazo son la
convergencia o divergencia de los niveles de ingreso per cápita. Una
divergencia muestra una separación creciente de los niveles de desarrollo.
Mientras en 1960 el PIB per cápita de Costa Rica representaba el 34% del
estadounidense, en el 2007 había caído al 27%. Otros países que hace cincuenta
años tenían un nivel de ingreso similar a Costa Rica (Irlanda, Singapur y
Chile) y otros cuyo ingreso era bastante inferior al de Costa Rica (Corea,
Mauricio y Malasia), en el mismo periodo, todos aumentaron su convergencia con
Estados Unidos. ¡Singapur incluso logró superar el ingreso per cápita
estadounidense! La convergencia ha sido posible en muchas partes del mundo, por
lo que debemos concluir que la divergencia y subdesarrollo de Costa Rica son
autoinfligidos.
Por décadas tuvimos el problema combinado de un déficit fiscal amenazante
(con la breve excepción de la Administración Pacheco que logró tener un
superávit primario, aunque a costas de comprimir el gasto y la inversión) y una
inflación de dos dígitos. Esta última como consecuencia primordialmente de una
política cambiaria que tenía como objetivo, mediante las minidevaluaciones
anunciadas, mantener el tipo de cambio real. El cambio en la política cambiaria
ha permitido bajar la tasa de inflación. Pero en el frente fiscal ha ocurrido
un deterioro, de tal manera que los avances logrados en la reducción de la
deuda pública se están consumiendo en el financiamiento de los gastos
corrientes y continúa sacrificada la inversión pública al igual que durante las
últimas tres décadas. Solo en carreteras el Banco Interamericano de Desarrollo
ha calculado un déficit de más de diez mil millones de dólares (solo para
alcanzar a países de niveles de ingreso similares). La débil inversión en
infraestructuras es una de las causas de las tasas de crecimiento
comparativamente bajas y, en consecuencia, de los limitados aumento del empleo
y reducción de la pobreza.
El carácter dual de la economía costarricense también impacta negativamente
las posibilidades de crecimiento. Así, un sector disfruta de condiciones
cercanas al primer mundo, tanto en trámites como en acceso a aeropuerto,
electricidad e Internet y, además, está totalmente exento de impuestos. El
éxito exportador ha dependido en gran medida de este sector de zonas francas.
Pero el empleo depende, principalmente de las empresas nacionales que no
disfrutan de dicho régimen, particularmente de las empresas pequeñas y medianas
(pymes). Estas deben, entre otros factores: i. batallar contra trámites y
controles crecientes administrados de manera ineficiente; ii. pagar impuestos
mientras compiten con el sector informal que no lo hace; iii. sufrir créditos
caros mientras no existe el financiamiento para capital de riesgo (no hay banca
de desarrollo ni mercado de capitales); y iii. les impactan frontalmente las
limitaciones de infraestructura en carreteras, puertos y aduanas. Por otra
parte, el aumento vertiginoso del empleo público es una de las causas
estructurales del déficit fiscal. La solución sostenible en cuanto al empleo
depende de la suerte de las pymes. Mientras no se mejoren significativamente
las condiciones de su competitividad el crecimiento de producción y empleo no
serán satisfactorios.
Política salarial. Los desequilibrios macroeconómicos y la dualidad estructural han
contribuido a generar, adicionalmente, una tendencia a la concentración del
ingreso, lo cual se ha unido a la política salarial expansiva del sector
público, en desmedro de los empleados y empresarios del sector de las pymes y
de los pobres. Este deterioro distributivo está alimentando un descontento y
desconfianza crecientes. Quizás aliviados porque en el corto plazo (dos o tres
años) no estallará el tema fiscal, seguimos optando por el subdesarrollo. Seguimos
acumulando nuestras oportunidades perdidas. ¿No va siendo hora de que optemos
por desarrollarnos y acabar con la pobreza y la frustración?
http://www.nacion.com/2012-07-22/Opinion/nuestras-oportunidades-perdidas.aspx
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