viernes, 28 de diciembre de 2012

Reflexionemos

Los invito a leer el artículo de mi hijo Sebastián Rodríguez,   Reflexionemos

Si gastamos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos lugar para las cosas que son importantes, las que nos traen felicidad...

La Republica PREMIUM

viernes, 14 de diciembre de 2012

¿Quiénes somos? Sexo sin saber


Los invito a leer el artículo de mi hijo Sebastián Rodríguez  "Sexo sin saber"
El gran problema que enfrentamos hoy día como costarricenses con respecto a la visión de la sexualidad es que aunque nuestra realidad social ha cambiado, las escuelas e instituciones responsables de educar a nuestros jóvenes no han logrado ajustarse a esta realidad

La Republica PREMIUM

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Cumplir sesenta



Ennio Rodríguez


Al cumplir sesenta años puedo confesar, con Neruda, que he vivido. Hace sesenta años mi mamá se encontraba visitando a mi papá en el Hospital San Juan de Dios, quien acababa de sufrir una operación, cuando sintió los dolores de parto. No tuvo que ir lejos, la trasladaron a otro piso. Así me recibieron en el hogar que ellos habían formado.
Mi madre hasta la fecha me sigue prodigando su amor y se preocupa por mi bienestar igual que cuando era niño. Mi padre ya no nos acompaña, pero dejó la impronta indeleble de sus valores y principios en mi conciencia. Mi segunda gran bendición ha sido el hogar que yo formé.
Ha sido una vida intensa de descubrimientos personales, en la cual he podido percibir a la muerte no solo como la eventualidad ineludible de todo ser vivo, sino como cercanía de una posibilidad que se puede materializar repentinamente. Así, he aprendido a disfrutar este misterio con mayor intensidad.
También me he percatado de grandes avenidas de significado, de crecimiento. Estos incluyen el amor, la belleza y la verdad, como caminos independientes y poderosos, pero que se entrelazan y se vuelven caras de una misma realidad, donde la verdad es bella, la belleza, verdadera, y la realidad última, el amor, radiante de belleza y verdad profunda.
Así, existe el camino de la compasión y la devoción, el favorito de muchos; pero también la búsqueda y expresión estética es norte para algunos; mientras que otros se adentran en los misterios científicos y filosóficos. Ningún camino es superior a otro ni debe perseguirse de modo exclusivo, pero la naturaleza de cada cual tiende a favorecer algún método de crecimiento.
Todos, a su vez, tienen un patrón común: provocan el silencio interior para, mediante la concentración en el momento, realizar la tarea de la mejor manera. En estos momentos de silencio y creatividad se crece, pero también se descubren dimensiones de paz, gozo y serenidad que invitan a continuar adentrándose para experimentar la espiritualidad de la vida y percatarse de sus significados precisamente en la trascendencia catapultada por el silencio interior.
Otros buscan el silencio directamente en lo que se conoce como la oración de contemplación en la tradición cristiana y la meditación en las tradiciones orientales. El camino directo. El silencio como objetivo de trascendencia de una conciencia refleja, consciente de su observación gozosa, contemplación que absorbió al contemplante.
En contraposición al camino de ascenso directo, pero también al silencio fruto de la triada de caminos de acción (búsqueda y práctica de la estética, verdad y compasión), están los desvíos: estos son los del mínimo esfuerzo. Además de la maldad y la auto-destrucción, evidentes rutas hacia el desasosiego e intranquilidad interiores, están los desvíos más sutiles. Sutiles por cuanto frecuentemente se disfrazan de motivaciones superiores.
Un conjunto grande de estos se concentran en torno a las infinitas posibilidades de la vanidad, las cuales abarcan incluso los propios senderos espirituales. Otro grupo tiene al miedo como denominador común, el cual desencadena acciones negativas o paraliza la acción. Por su parte, el hedonismo tiene fronteras complejas de descubrir, pero el ascetismo también las puede tener. Por eso, la vida es un descubrimiento constante.
La contraposición de caminos de crecimiento o los desvíos del engaño se conocen por sus efectos en la paz interior, nunca mediante el diálogo bullicioso interno, el cual corresponde normalmente a las rutas de desvío. En definitiva, en el silencio interior está la posibilidad de trascenderse, y en la trascendencia, la manifestación de la unión, de la comunión con sustratos significantes, mientras que en las trampas de los desvíos se asientan la separación y el aislamiento, la antítesis de la comunión. La vida como búsqueda de significado mediante el tránsito de vías trascendentes.
Publicado  la nacion
ennio.rodriguez@gmail.com 

viernes, 30 de noviembre de 2012

LaRepublica.net - La tortuga o la liebre

 Lo invito a leer el artículo  de Sebastían Rodriguez

Hace 40 años Costa Rica superaba a Corea del Sur en la mayoría de los indicadores económicos, hoy en día, Corea del Sur es un país desarrollado y nosotros continuamos en búsqueda de ese acontecimiento.

LaRepublica.net - La tortuga o la liebre

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un secreto conocido


¿Quiénes Somos?
Un secreto conocido

Sebastián Rodríguez Alvarez

La III Cumbre sobre Competitividad organizada por AMCHAM exploró el tema “¿Cuál es la Costa Rica que necesitamos al 2020?”. Los panelistas discutieron temas muy diversos con el fin de definir lo que nuestro país puede hacer para lograr un mayor nivel de competitividad.
Ahora bien, Costa Rica ya ha logrado diferenciarse en su competitividad en la región, y esto aún sin haber enfrentado la mayoría de los retos discutidos en la Cumbre sobre Competitividad. Desde mi perspectiva, una de las claves para entender esta diferenciación es el capital humano de nuestro país.
Analicemos, ¿qué hace que los ticos seamos tan distintos como recurso humano en comparación con otros países?
No existe una respuesta simple, pero sí hay un elemento, quizás mágico, que nosotros logramos capturar. Es la esencia de nuestra cultura.
Como todo buen “chef” que tiene su ingrediente secreto, el cual después de años se vuelve bastante conocido, nuestros ámbitos laborales tienen un ingrediente especial, el estilo pura vida.
La actitud pura vida no es algo que podamos definir precisamente, pero en definitiva nos diferencia en el día a día del resto del mundo. Cuando un grupo permite que fluya esa energía propia de nuestra patria, esto facilita el enlace total del equipo.
Cualquier líder con experiencia puede explicar que un equipo motivado y cohesionado logra producir y alcanzar metas a un mayor ritmo que uno que carezca de estas características.
Erich Fromm en su trabajo Del tener al ser explica que “Una de las bases más firmes de la solidaridad está en la experiencia de compartir el padecimiento propio con el padecimiento de todos”. La esencia de la expresión pura vida viene de compartir lo más básico con nuestros hermanos y hermanas, la conexión más primordial, la vida.
El estilo pura vida permite una capacidad única de encontrar un equilibrio entre nuestro trabajo y las vidas personales, pero a la vez llega a ser un reto.
Ese estilo por sí solo no es suficiente para lograr un clima organizacional propicio. Se tienen que lograr también niveles de productividad capaces de competir con el ritmo laboral de países que valoran simplemente el rendimiento del trabajador.
De modo que el desafío es un asunto de balance. Cuando los equipos formados tienen un nivel de motivación pura vida y ese ritmo ideal de rendimiento, se pueden obtener logros sobrehumanos.
Concluyo que parte de la respuesta para la Costa Rica que necesitamos en el 2020 es un secreto bastante conocido, pero no tomado en cuenta de una manera explícita en el análisis organizacional tradicional: el estilo pura vida.
Es ese estilo lo que nos diferencia de los demás países. Tenemos que apoderarnos de nuestra identidad nacional y triunfar como equipo solidario, más que un equipo, podemos ser una familia.
De esta forma continuaremos distinguiéndonos y logrando un mayor grado de competitividad.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Delincuencia trasnacional





Glorianna Rodríguez

Históricamente, los derechos humanos tutelan valores universales y profundos, sin embargo, su legalización fue la reacción a las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. Esos abusos revelaron la necesidad de proteger a los seres humanos por encima de la voluntad estatal. Los grandes crímenes de la guerra fueron impulsados y cometidos por diversos gobiernos europeos. Los campos de concentración y las masacres fueron realizados al tenor literal del derecho positivo. Eso reveló que la soberanía nunca podía ser absoluta, sino que debería ser frenada por valores supraestatales.

Sin embargo, hoy día, salvo algunos casos concretos (Corea del Norte, Siria, Irán), algunas de las peores amenazas no provienen de los estados sino de parte de actores no estatales, tales como el crimen organizado, las pandillas y el terrorismo. Es por ello que el discurso moderno de los derechos humanos debe tomar en cuenta las amenazas actuales a la libertad, la igualdad y la seguridad. El punto de partida de esta doctrina es siempre la dignidad. En el pasado eso implicó la participación política, la calidad de vida y la autodeterminación cultural. Se deben reinterpretar estos conceptos para incluir, además, esta nueva dimensión. Efectivamente, la esencia propia del contrato social es la convivencia pacífica de los seres humanos. La proliferación de la delincuencia trasnacional trae consigo la impunidad y la violencia, lo cual mina por completo esos supuestos.

A raíz de estos nuevo fenómenos, Naciones Unidas ha tomado diversos acuerdos. En 2000 se promulgó a la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, la reconoce que “Si la delincuencia atraviesa las fronteras, lo mismo ha de hacer la acción de la ley”. Para complementar ese tratado, se promulgaron el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, y el Protocolo contra la fabricación y el tráfico ilícitos de armas de fuego, sus piezas y componentes y municiones.

Cabe mencionar que estos tratados internacionales responden a los grandes ejes de los delitos internacionales. El crimen organizado representa una de las mayores amenazas. En el 2005 la Oficina contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas calculó que este genera alrededor $322 miles de millones por año. Además, por su propia naturaleza, el crimen organizado amenaza al estado de derecho debido a que trata de penetrar y corromper el sistema político y judicial. Por otra parte, la trata de personas representa otra grave amenaza, debido a la severidad de los abusos que sufren las víctimas. Según la Organización Internacional de Trabajo, este delito genera $32 miles de millones anualmente y se calcula que 14,5 millones de personas son víctimas de explotación laboral, 4,5 personas son víctimas de explotación sexual y 2,2 millones son esclavizadas. Mientras que el tráfico ilícito de armas de fuego, según los cálculos reportados por el Council on Foreign Relations es un negocio cuyo valor se estima en mil millones de dólares anuales.

Sin embargo, Naciones Unidas no debe ser el único que promueve el bienestar común ante los abusos de los delitos trasnacionales. Estos obligan a una una mayor coordinación dentro de los propios países, pero también en los planos regional e internacional. Desde esta óptica, algunos avances que se han hecho en el contexto regional son positivos. Estos incluyen, por ejemplo, el Acuerdo Anti-trafico firmado entre Vietnam y Tailandia para luchar contra la trata de personas.

Lamentablemente, los delitos transnacionales hoy día están redefiniendo la realidad geopolítica. Para poder enfrentarlos se tendrá que dar un verdadero esfuerzo de colaboración y coordinación multinacional, pero este se debe emprender desde la óptica de los derechos humanos. Lejos de hacerlos irrelevantes, el contexto actual los hace más necesarios. Cabe mencionar que en la mayoría de los casos, la traducción de esas aspiraciones nobles a sus versiones jurídicas, solamente ocurrió después de periodos oscuros y sangrientos. En cada contexto deben ser como una especie de brújula para guiar paulatinamente desde el oscurantismo de la violencia hacia un nuevo contrato social basado en la dignidad, el bienestar colectivo y la paz. Hoy nuevamente, ante estos nuevos desafíos a la convivencia que plantean los delitos trasnacionales, la respuesta colectiva debe centrarse en esas aspiraciones superiores de la humanidad.

domingo, 23 de septiembre de 2012

La leyenda urbana de don Álvaro Monter



Ennio Rodríguez
En su cuarto artículo de comentario a  uno mío titulado “Nos amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx), inicia mi distinguido profesor don Álvaro Montero con acotaciones con las cuales estoy de acuerdo sobre la propagación del consumismo y el individualismo, sobre lo cual también he publicado anteriormente. Para mí, este materialismo individualista es quizás la fuerza más destructora de las sociedades contemporáneas. Las peores consecuencias de la globalización provienen precisamente de su conjunción con los valores consumistas individualistas. Pero aclaro, estos Los cuales son valores y no ideología, y de adopción rápida, pues parten de un principio hedonista, por eso la publicidad induce tan efectivamente estos patrones de comportamiento.
No tengo ningún problema en discutir sobre el crimen organizado transnacional.  Mi apretada síntesis sobre el tema tenía el objetivo de introducir  esta importante fuerza disociadora de nuestra Costa Rica contemporánea parte del reconocimiento geográfico de nuestra ubicación en una ruta de tránsito entre los países productores andinos y los grandes mercados consumidores, particularmente Estados Unidos.  Desafortunadamente, a pesar de que las causas iniciales son foráneas, estas  echan raíces  en nuestro medio, de tal manera, que la evolución de territorio de tránsito lleva aparejada un aumento del consumo, eventualmente producción y lavado, y un aumento de la violencia. Las situaciones de pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso y la atracción del consumismo desenfrenado son el caldo de cultivo para que una población de jóvenes se coloquen en una situación de riesgo. Por eso la sociedad de invertir en estas poblaciones riesgo.  Por eso el gasto social debe aumentar. Por eso los ingresos fiscales deben aumentar.  El mejor combate a los estragos del narcotráfico se asienta en sólidos programas de prevención social.  Pero debido al origen inicialmente externo del problema debe reconocerse una responsabilidad compartida con los países productores y consumidores con los centroamericanos. No obstante, la responsabilidades no se han asumido en la manera diferenciada que los aportes al problema deberían significar en aportes a su enfrentamiento.
Luego de acuerdo con su método discursivo, don Álvaro hace un cambio conceptual, sobre la marcha, para, de esta manera, cuestionar mi argumentación sobre la leyenda urbana en torno al neoliberalismo. En mi concepción este es una ideología que parte del presupuesto que toda acción del Estado arroja resultados contrarios al bien común.  Es una ideología y no un proceso histórico. Don Álvaro asimila el concepto de neoliberalismo a la globalización y a la economía política de sus vinculaciones con los intereses locales. Puedo estar más o menos de acuerdo con su descripción del proceso histórico y en la ponderación de las variables explicativas. Pero esto no es neoliberalismo. Esta es la confusión metodológica que produce la leyenda urbana. Una cosa son las fuerzas materiales del cambio tecnológico, las lógicas de los mercados, las apropiaciones de las rentas monopólicas que estos generan y sus impactos en la distribución del ingreso, lo cual se vincula, pero no de una manera determinística, con los procesos políticos. La discusión ideológica pertenece a otro plano pues es un instrumento de la política. Atribuir el concepto de neoliberalismo a las corrientes históricas del desarrollo material, que trascienden la política y la discusión de las ideologías, es el origen de las confusiones de muchos de los discursos que intentan ser progresistas en nuestro medio.
Bajo este expediente si el neoliberalismo es una ideología representada por unas cuantas personas, que supuestamente dominan algunos partidos políticos, pero a la vez el neoliberalismo es la principal fuerza de cambio mundial producido por el triunfo del capitalismo como modo de producción dominante, se cae en el simplismo de pensar que es suficiente hacer una gran coalición anti-neoliberal (como movimiento ideológico político) para destronar  el egoísmo consumista y dar pie a una utopía humanista solidaria. Además, puede dar origen a una cacería de brujas, pues es suficiente endilgarle el calificativo de “neoliberal” a cualquier persona para descalificarla totalmente en los planos intelectuales y políticos. No don Álvaro, la discusión debe ser sobre las alternativas de cambio político, pero asentadas en el análisis de la realidad. Estoy de acuerdo que la meta debe ser lograr una sociedad asentada sobre pilares de humanismo y solidaridad, pero también sobre un fundamento de eficiencia y competitividad internacional de la producción.  Cómo se articula esto es el desafío de nuestros tiempos.  Pero me temo que plantear una gran coalición anti-neoliberal para lograr todo esto, es un proyecto político asentado en un diagnóstico producto de una leyenda urbana basada en una confusión de una ideología con las fuerzas de la historia y, por lo tanto, sin planteamiento alternativo coherente. Oponer una ideología no es lo mismo que intervenir en las fuerzas de la historia, especialmente si se  reconoce la existencia de un modo de producción dominante. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

De la corrupción y otros demonios de don Álvaro Montero


Ennio Rodríguez
Fuera de contexto. Nuevamente recurre don Álvaro al expediente de sacar frases de contexto de mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx) para atacarme por posiciones que no son las mías.  En un contexto en donde argumentaba que el Estado no ha acometido tareas primordiales como la inversión en infraestructuras, es decir cuando argumentaba que el problema de nuestro desarrollo es falta de Estado y no exceso de Estado, aproveché para decir que funciones hoy no necesarias, como producir licores, que tuvo su justificación en su momento, no habían sido revisadas, don Álvaro  la convierte en una afirmación del prejuicio ideológico neoliberal que toda intervención del Estado es contraproducente. Nada más lejos de mis intenciones ni del texto en que está inmersa la frase de marras. Mi posición ideológica no es neoliberal, ni tampoco comulga con el simplismo de pensar que  lo que ocurrió en Costa Rica fue una reforma neoliberal. Mi contribución, incomprendida por muchos, don Álvaro incluido, es intentar dilucidar las fuerzas más complejas, no reducibles a estereotipos, que explican nuestra situación actual y los desafíos hacia delante. Por lo tanto, el camino fácil es reducirme a los estereotipos en boga, para luego criticar los estereotipos.
De acuerdo don Álvaro, el desafío es mantener los empleados públicos ocupados y productivos. El aumento injustificado de la planilla estatal y sus remuneraciones explica, en parte, el problema fiscal y complica las opciones futuras  del accionar público.
Ausencia de proyecto nación. Cuestiona don Álvaro mi  proposición de que no se contaba con un proyecto nación cuando estallan los grandes casos de corrupción.  Para eso hace referencia a algunos de los logros en materia de políticas públicas e inversiones estratégicas como electricidad y agua. Todo lo cual lo comparto y no cuestiono.  Pero sí cuestiono que el modelo de crecimiento era incapaz de generar las opciones de empleo bien remunerado a la creciente fuerza laboral, en parte por la discriminación en contra de las empresas nacionales, las cuales siguen esperando una simplificación de trámites para volverse más competitivas.  De acuerdo con los índices internacionales respectivos estamos bastante atrasados. También me parece una verdadera barbaridad que por treinta años prácticamente se detuvo la inversión pública en carreteras, puertos y aeropuertos, lo cual son prerrequisito  y fuente de crecimiento.  Don Álvaro, los avances sociales y en algunos campos de infraestructura no se pueden sostener y menos profundizar sin una un replanteamiento del modelo de crecimiento y una reforma fiscal y un uso inteligente del endeudamiento externo (no para pagar gastos corrientes). Sobres estas materias, claves para un proyecto nación, seguimos en deuda intelectuales y políticos, y me ubico más en la primera categoría que en la segunda. A eso me refería don Álvaro, un estado fuerte, capaz de redistribuir el ingreso, solo se puede basar en una economía que crece vigorosamente y contribuye fiscalmente.  Pero no creo que exista  un modelo de estatización de la producción que funcione en el siglo XXI.  Desconozco su posición al respecto.
Den la corrupción y sus demonios. Ninguna presunción de buena fe sobre los casos de corrupción se puede colegir de mis palabras  y no entiendo su intención al afirmarlo.  Mis comentarios sí dicen lo destructivo que han sido para el sistema político los casos de corrupción, los cuales no los defiendo ni justifico y además, les reclamo que desprestigiaron y corrompieron los procedimientos de emergencia.  Esto además en un entorno de entrabamiento del accionar público.
Desliza don Álvaro la frase  “a muchos les conviene que todas las culpas recaigan en doña Laura…” No me achaca pertenecer a ese grupo, pero de frente le digo que no soy partidario de simplismos ni de lanzar afirmaciones contrarias a la verdad evidente. En lo de la corrupción, que cada palo aguante su vela y solo espero que el sistema de justica sea capaz de brindar una justicia pronta y cumplida en todos los casos.
Finalmente, quiero decirle que la invasión de competencias entre los poderes de la República tiene postrada la democracia nuestra, tema que desarrollo en mi artículo posterior al que me comenta don Álvaro titulado “Ante la disyuntiva nacional” (www.nacion.com/2012-09-09/Opinion/ante-la-disyuntiva-nacional.aspx), y no repetiré aquí, pero en resumen argumento que debe recomponerse la división de poderes y realizar una reforma política profunda; recomponer el modelo de crecimiento; y replantear y fortalecer los mecanismos de distribución del ingreso.

lunes, 17 de septiembre de 2012

El modelo exportador de don Álvaro Montero Mejía




Ennio Rodríguez

El modelo exportador. En su segunda entrega el Dr. Álvaro Montero en su crítica a mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx) me hace defensor del modelo de promoción de exportaciones, para luego criticarle sus limitaciones. Para ello saca de contexto una afirmación mía reconociendo ciertos éxitos de la atracción de inversiones y promoción de importaciones. Pero para empezar, no hice ninguna apología del supuesto modelo, por lo tanto, criticar lo que don Álvaro llama “modelo” no es necesariamente una crítica a mi planteamiento. Todo lo contrario, mi esfuerzo fue mostrar las debilidades y consecuencias de estos programas estratégicos, es más ni siquiera creo que se merecen el nombre de “modelo”.  Por el contrario estos programas, en ausencia de otros que los complementen, y reconociendo que se dieron abusos públicos y notorios, constituyen una de las fuentes de alimentación de las fuerzas centrífugas o disgregadoras a las que hice referencia en tres de mis artículos publicados en otro medio. Eso sí, me parece importante ir definiendo puntos de encuentro en el análisis para poder buscar elementos de convergencia en la propuesta para el desarrollo nacional.  Ante las fuerzas disgregadoras, tenemos la responsabilidad de identificar también las fuerzas de convergencia ante las demandas de rectificación del modelo de desarrollo costarricense. El esfuerzo exportador es claramente insuficiente como modelo de desarrollo y debe complementarse, como ya lo he indicado anteriormente con un mejoramiento sustancial del clima de negocios para las pymes, fortalecer los programas de encadenamientos de estas con el sector de zonas francas, mayor inversión en infraestructuras y programas sociales, y, necesariamente, una reforma fiscal, solo para plantear algunos elementos.

Deuda externa. Cuando don Luis Alberto Monge me hizo el honor de nombrarme Ministro Consejero para Asuntos de Financiamiento y Deuda Externa, hicimos un esfuerzo de demostrar cuantitativamente la incapacidad de pagar la deuda en los términos programados (para lo cual usamos un modelo de consistencia del propio Banco Mundial –BM–), trabajamos con la opinión pública, particularmente con los sindicatos e invitamos a otros países que compartían con nosotros las características de estar altamente endeudados y ser pequeños, e hicimos una denuncia, que tuvo acogida, que la comunidad internacional no nos prestaba suficiente atención, pues estaba preocupada por lo grandes deudores. Al final, Costa Rica logró abrir brecha. Recuerdo un argumento que presentamos era que los organismos internacionales no dejaban que el mercado operara. En  un sistema de mercado si dos partes hacen un mal negocio, pues tienen que asumir las pérdidas. Los préstamos fueron hechos irresponsablemente, como señala don Álvaro, pero el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros pretendían que se honraran a los precios en libros, no a los precios de mercado, los cuales ya mostraban descuentos importantes. Un argumento sin bases en lo legal y económico y se basaba en impedir que funcionara el mercado, por cuanto este no le convenía a los bancos… Finalmente, los países lograron renegociaciones de sus deudas por debajo de los precios de mercado. Costa Rica fue el primero.

El inicio de la apertura externa. Primero debo aclarar que la apertura era ineludible. La sustitución de importaciones de importaciones en el marco de Centroamérica y la exportación de bienes primarios a terceros mercados, tenía las limitaciones que Prebisch y otros en la CEPAL ya habían señalado, su tendencia recurrente a generar crisis del sector externo. Raúl Prebisch, proponente de la sustitución de importaciones, muy claramente había señalado que esta debía ser temporal y el objetivo debía ser desarrollar exportaciones industriales (incluso industrialización se planteaba en esas décadas de los sesenta y sesenta como sinónimo de desarrollo). Las crisis petroleras seguidas de la crisis de la deuda (estaban vinculadas) precipitaron y vinieron a complicar el tránsito hacia la apertura. Pero este era ineludible.

Condicionalidad cruzada. La discusión eran los términos, condiciones y características de esa apertura. Recuerdo 1985, año pre-electoral, Costa Rica enfrentaba lo que se denominó la condicionalidad cruzada, mediante la cual la renegociación de la deuda se condicionaba a un acuerdo con el FMI y a un préstamo de ajuste estructural con el BM. El FMI condicionaba su apoyo a acuerdos con los bancos y el BM, y este al acuerdo con el FMI. Nos tenían amarrados y eran en los meses álgidos de la campaña de 1986. El BM (el cual vivía los momentos más extremos del fundamentalismo de mercado) pretendía que Costa Rica hiciera una liberalización de shock a la chilena: adoptar un arancel único y uniforme para bienes finales, intermedios y materias primas, lo cual además significaba salirnos del mercado centroamericano. Las negociaciones llegaron al más alto nivel. El Presidente Monge Álvarez les indicó a los funcionarios del BM que él no pasaría a la historia como el Presidente que había destruido la industria nacional ni el mercado centroamericano. A partir de ese momento pudimos negociar una apertura gradual, en el marco del mercado centroamericano y con un importante programa de salvamento de empresas. Por eso don Álvaro, su crítica a los llamados PAEs no hace justicia a nuestra historia, particularmente al capítulo del Presidente Monge Álvarez.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro Montero


Les comparto que a raíz de mi artículo "Nos amenazan fuerzas centrífugas" don Álvaro Montero Mejía escribió cuatro artículos críticos de mis planteamientos.  Les adjunto el primero de cuatro artículos en los que procedo a responderle a don Álvaro.  El debate está teniendo lugar en los medios digitales El País, Combate Político y La Fragua.

Saludos cordiales,

Ennio Rodríguez




Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro Montero


Me distingue mi estimado profesor don Álvaro Montero con una serie de comentarios a mi artículo “Nos amenazan fuerzas centrífugas” (www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx), el segundo de una serie de tres artículos míos, los cuales se dividen en tres por razones de límites de espacio en los ensayos que publican los diarios. No obstante, mis planteamientos solo se completan hasta el tercero.  Pero procedo a comentar el primero de la serie correspondiente de don Álvaro. Hago énfasis en los temas de desacuerdo, pues en muchos es más una diferencia de lenguaje que de fondo.

Fuerzas centrífugas. Las fuerzas disgregadoras de don Álvaro no son las mismas que yo planteo. Mi aproximación a la realidad difiere de la suya en el sentido de que no trato de listar aquello que no me gusta, sino que intento buscar en las tendencias de la historia social y económica, propias de la dinámica costarricense aquellas que son fuerzas de cambio potencial.  Es decir, mi método no es enfrentar una utopía a la realidad, sino intentar una aproximación haciendo uso de las ciencias sociales para determinar las posibilidades de cambio que existen o pudiesen haber existido en el pasado y no se aprovecharon. Mi motivación central es señalar que por treinta años hemos desaprovechado oportunidades y que muchas de estas aún están ahí, pero tendría que convertirse en bases de planteamientos políticos para transformar a Costa Rica en un país más desarrollado y más solidario. Sería interesante si don Álvaro nos aclara cuál es el modelo alterno a partir del cual plantea sus críticas, en particular cuál es su visión actual en la relación entre estado y mercado, de sus palabras no logro percibir un planteamiento, sino una colección de temas que no le gustan.

Para empezar, en el siglo XXI vivimos el cumplimiento de una de las predicciones centrales de Karl Marx, que el capitalismo llegaría a ser el modo de producción dominante, eso es lo que interpreto don Álvaro llama “las fuerzas corporativas de la globalización”.  Con esto quiero decir que puede ser que nos guste o no nos guste el capitalismo, pero este es el modo de producción dominante y ni Costa Rica ni   economía alguna del planeta es ajena a sus fuerzas. Incluso China ha adoptado lo que pareciera ser una variante de capitalismo de estado liderada por el propio Partido Comunista auto-reformado.  A partir de esta realidad, se pueden construir las opciones que mediante la política nacional se pueden conformar para mitigar efectos indeseables de esas fuerzas globales y también tomar ventaja de las oportunidades que puedan brindar, pero no podemos ser ajenos a esas fuerzas.

En ese marco, he criticado el patrón de crecimiento costarricense (más extensamente desarrollado en un artículo anterior “Nuestras oportunidades perdidas” miopinioncr.blogspot.com/2012/06/nuestras-oportunidades-perdidas.html), el cual ha privilegiado excesivamente a las empresas de zonas francas, no critico que se atraigan, por cuanto la tecnología y el acceso a mercados de punta, requiere de la presencia de las empresas trasnacionales. Pero sí cuestiono que a las pymes y en general, a las empresas que producen para el mercado nacional y centroamericano, no se les han creado condiciones adecuadas de competitividad, con lo cual se ha fomentado indirectamente el surgimiento de un sector informal. Lo cual no equivale a plantear con Rodolfo Cerdas que existían posibilidades para pensar que la industrialización basada en la burguesía nacional podía dar pie a un frente popular anti-imperialista y lograr un desarrollo auto-centrado como lo recomendaban planteamientos en boga en la década de los setenta. Esa opción no simplemente no existió. El proceso de transnacionalización de la producción ya había empezado. No  es válido criticar el pasado a partir de opciones inexistentes.

También cuestiono que no se haya logrado una reforma fiscal que modernice el sistema tributario y distribuya más equitativamente las cargas, y esto incide centralmente en el problema de concentración de riqueza que estamos viviendo, lo cual es un factor disgregador evidente, además de limitar las capacidades de inversión pública en infraestructura y en programas sociales. Un planteamiento progresista tiene que incluir una reforma fiscal para potenciar el crecimiento vía la inversión pública y la redistribución vía impuestos y, principalmente gastos sociales.

El ser costarricense. Discrepa don Álvaro de mi interpretación del ser costarricense para lo cual hace dos argumentos que no contradicen mi planteamiento. Se refiere primero a la Generación del Olimpo de finales del siglo XIX que abraza el libre cambio y establece las bases del estado liberal. Esa generación logró ese salto cualitativo en el desarrollo nacional en el marco de esa mentalidad prevaleciente. Igualmente los reformadores del siglo XX Manuel Mora, Monseñor Sanabria, Rafael Ángel Calderón Guardia y José Figueres, para mencionar solo los principales líderes, nuevamente se elevan de su medio y logran plantear y concretar reformas visionarias. Pero esto no cambia el modo huraño y desconfiado de los ticos. Remito a observadores agudos como don Constantino Láscaris, quien ahondó en el tema.

El papel de las instituciones. Confunde don Álvaro periodos y método de análisis cuanto me critica por mi referencia a la teoría de la modernización de Max Weber, aplicada a Europa del siglo XIX (Economía y Sociedad y Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo) cuando la aplica para describir, lejos de mis intenciones, al capitalismo contemporáneo. El planteamiento de Weber lo traje a colación por cuanto si bien no agota el tema del desarrollo, sí establece uno de sus requisitos: el desarrollo de una marco legal e institucional de convivencia, las bases para el contrato social de Rousseau. Toda sociedad que logre desarrollarse debe cumplir con este tránsito. Mientras el neoliberalismo pone el énfasis en la liberalización de los mercados, yo pongo gran énfasis en el desarrollo legal e institucional. Desde luego que este análisis no pretende ser válido como descripción del capitalismo desarrollado contemporáneo como pretende don Álvaro. A este lo caracterizaría por la internacionalización de la producción y de los movimientos financieros, el capital ganó la partida en el conflicto entre trabajo y capital. Por primera vez en la historia, el capitalismo es el modo de producción dominante. Como dijo Warren Buffet: “Es lucha de clases. Mi clase está ganando pero no debería”. Por su parte, la economía política de los abusos que desembocaron en la Gran Recesión de 2008-9 y su manejo posterior es elocuente en cuanto a la impunidad y beneficios desmedidos del sector financiero. Pero esto no descarta que ocurren en un marco de respeto a la legalidad de parte de la sociedad en general y, en particular, de las clases medias que bien describió Weber, y que se constituye en uno de los desafíos para los países subdesarrollados: el desarrollo de instituciones eficientes y de marcos de convivencia basados en la legalidad. A eso hacía referencia a partir de mi preocupación de identificar condiciones necesarias para el desarrollo nacional.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Ante la disyuntiva nacional



Ennio Rodríguez. Economista
Nuestra Costa Rica, esa que promete pero no alcanza, esa que consigue por momentos deslumbrar pero pierde continuidad, esa que, a pesar de sus logros genera insatisfacción, se encuentra en una gran disyuntiva: o plantea un conjunto de reformas sustanciales que signifiquen un salto cualitativo al desarrollo, o verá seriamente amenazados sus logros en materias tan relevantes como la distribución del ingreso y la salud, además del colapso creciente de las infraestructuras de transporte, para citar solo algunas. Las dificultades son tan profundas y las limitaciones tan serias que requerimos una refundación de los cimientos de nuestro sistema de convivencia nacional.
Recomposición de la democracia. Uno de los pilares de la democracia es la división de poderes, indispensable para establecer los pesos y contrapesos requeridos en una democracia representativa. Al haberse perdido esta división de poderes se trastocó el sistema político y parece haberse caído en un inmovilismo reglamentista que adquiere ribetes de anomia política. Por ejemplo, existen tribunales en el Poder Ejecutivo tales como Setena y el Tribunal Administrativo de Transportes; la Sala Constitucional invade competencias legislativas, cual Senado no electo, y también ejecutivas; la Contraloría General de la República, perteneciente a la Asamblea Legislativa, en ocasiones se erige en tribunal y juzga y sanciona, al igual que el Tribunal Supremo de Elecciones.
El más menoscabado de todos, el supuesto primer poder de la República, es incapaz de acometer reformas importantes pues su reglamento arcaico, complementado con los fallos correspondientes de la Sala Constitucional, le atribuyen, de hecho, poder de veto a cualquier diputado. Por lo tanto, es necesario replantear jurisdicciones a los poderes y simultáneamente oxigenar un sistema judicial para dar pie a principios doctrinales (más allá de los derechos humanos) y a la jurisprudencia, la costumbre y al sentido común para que estos jueguen un papel central y no limitarse a ser meras fuentes supletorias de derecho. El sistema no puede estar dominado por un positivismo extremo (las dictaduras siempre cuidaron la legalidad, hasta el Talibán y el nazismo), y por lo tanto, anquilosado, cuando la capacidad de adaptación y reforma son demandadas por el cambio tecnológico, económico, social y político del mundo contemporáneo.
Los romanos, padres de nuestro sistema legal, en su tiempo, supieron combinar y enriquecerse mediante la introducción de principios de equidad, la jurisprudencia y la flexibilidad. Para fortalecer la democracia en un mundo de mayor rendición de cuentas y multipartidismo, es hora de plantearse un sistema parlamentario.
Las bases del crecimiento. Nuestro crecimiento, razonable para los estándares latinoamericanos, es insuficiente para dar un salto que nos acerque al mundo desarrollado. Deben recomponerse sus bases. El sector productivo está dividido en tres sectores que viven mundos distintos: i. el moderno (compuesto por las empresas de zonas francas y turísticas, con privilegios impositivos y de simplificación de trámites); ii. el informal (simplifica los trámites de hecho al actuar al margen de la ley, con lo cual también adquiere ventajas competitivas); y iii. el nacional (principalmente pymes, el mayor empleador del país, sobre el que recae una carga desproporcionada de los impuestos y sujeto cada vez a más controles y trámites).
El sector informal no debiera existir, por lo cual deben establecerse las condiciones y penalidades para que transite hacia el formal; al sector nacional debieran dársele condiciones de competitividad idóneas, con una mayor inversión en ciencia y tecnología, y distribuirse mejor las cargas impositivas entre todos los sectores productivos. El país debe hacer un plan de inversión de infraestructura de mediano plazo y, en ese marco, en adición a las necesidades de políticas sociales, plantear una reforma fiscal integral.
Redistribución del ingreso. Mayor equidad distributiva es un clamor sordo que ha estallado bajo distintas consignas como el ‘combo’ y el TLC. Debe atenderse no solo por razones éticas y de conveniencia política, sino para atender el mayor desafío actual: la inseguridad. La prevención social es la forma menos costosa de atacar la violencia y la criminalidad. En este campo, el sistema de salud y seguridad social amenazan con convertirse en bombas de tiempo, y la inversión en educación es insuficiente. Esto se vincula directamente con el patrón de crecimiento y la reforma fiscal, pero también con la reforma del Estado para lograr mayor eficacia, particularmente en la gestión de las políticas sociales.
Cuestión de método. Una refundación nacional no se logra por los métodos tradicionales. Tampoco lo puede lograr un solo partido. Es hora de plantear un Gobierno de unidad nacional cuyo propósito sea plantear las bases para la Tercera República. nacion


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Nos amenazan fuerzas centrífugas


                                                                                                                  Ennio Rodríguez, Economista

La sociedad costarricense del siglo XXI sufre un proceso de disociación creciente. Desde 1948 nunca hubo fuerzas disgregadoras tan fuertes. El sistema político muestra una disonancia en aumento. Crecen el descontento y la desconfianza.
Hasta la mitad del siglo XX, Costa Rica seguía siendo una sociedad tradicional predominantemente rural y dominada por el Valle Central, con su visión de las cosas cercada por montañas y cerros, donde la posible amplitud de miras de las costas y llanuras poco contribuían a definir la personalidad nacional. Se había forjado una personalidad desconfiada, típica de los serranos de las novelas de Vargas Llosa, huraños, conservadores y resistentes al cambio.
Esa sociedad, casi sin clase media, vivía una pobreza generalizada y con instituciones como el compadrazgo, propia de las relaciones entre cafetaleros pequeños con los no tan pequeños. Había cercanía, confianza y los problemas se resolvían por influen-cias. Esa sociedad tradicional y rural pasa por dolores iniciales de parto de la modernidad. La revolución de 1948 augura una transición hacia una sociedad desarrollista con un Estado que asume nuevas funciones y empieza a funcionar sobre la base de normas y mayor respeto legal, empezando por el sistema electoral.
Se adoptan los postulados en boga de la industrialización por sustitución de importaciones y la integración económica regional, el Estado acomete no solo grandes obras de infraestructura, sino también fortalece sus programas sociales, con singular éxito en electricidad y salud. Surgen así una naciente clase media y nuevos grupos empresariales, muchos surgidos a la sombra del Estado.
Las sociedades modernas se caracterizan por el predominio de normas y leyes que definen las relaciones sociales, donde se desarrolla el individualismo y las decisiones pasan ser determinadas por idoneidad y competencia y cada vez menos por influencias o compadrazgos. Costa Rica transitaba por esa ruta, no sin altibajos, cuando la sorprenden las crisis del petróleo de los setentas y afloran las limitaciones del modelo de crecimiento, hasta hacer crisis en agosto de 1981, luego de un endeudamiento externo galopante que vino a profundizar la gravedad de la crisis con el intento fallido de evitar los ajustes ineludibles en lo fiscal y, particularmente, en un sector externo vulnerable a cambios en los términos del intercambio.
La respuesta a la crisis de pagos externos incluyó una importante diversificación de las exportaciones y una reducción del proteccionismo. Se han logrado atraer con éxito grandes empresas transnacionales, de altísima productividad, y se ha desarrollado el turismo. Pero estos sectores de alto crecimiento no contribuyen fiscal-mente y no se acomete, en treinta años, una reforma fiscal.
El Estado, en su anemia fiscal, deja de construir la infraestructura pública y asume nuevas funciones de control y supervisión sin dotársele de los recursos necesarios y sin realizarse la necesaria revisión de sus funciones históricas heredadas, ¡sigue produciendo hasta licores!, y con una planilla desproporcionada en tamaño y niveles de remuneración. Asimismo no se han modernizado las condiciones de competitividad para el empresariado nacional.
En medio de esta transición desordenada hacia la modernidad, sin claridad de un proyecto nación, estallan los grandes casos de corrupción. La necesaria confianza en un régimen objetivo e impersonal, fundamentado en la legalidad, se hace añicos. Emerge nuevamente la desconfianza ancestral de los serranos. La respuesta jurídica ha sido generar cada vez mayores controles, con lo cual, se traslada el poder de las autoridades políticas a los mandos medios (los guardianes de los procedimientos crecientemente reglamentados) y a la Sala Constitucional, cuyo único norte pareciera ser la salvaguardia de los procedimientos y una invasión inmisericorde de competencias de todos los poderes, incluido el propio Poder Judicial.
Así se ha dificultado el accionar público por razones fiscales y legales y, para colmos, los intentos de hacer obra mediante procedimientos expeditos ante la asfixia reglamentaria, han terminado en los abusos más sonoros, con el descrédito de los procedimientos de emergencia.
Mientras tanto el mundo se globaliza y estalla el consumismo como medio de conducta universal. Este encuentra terreno fértil en la sociedad costarricense, crecientemente desigual fruto de los desequilibrios macroeconómicos y el modelo de crecimiento. En este marco, irrumpe con fuerza el crimen organizado, con una dimensión transnacional producto de un determinismo geográfico inescapable, así se deterioran las condiciones de vida, con mayor impacto en la población de menores ingresos que puede protegerse menos de la inseguridad.
Finalmente, se desarrolló una leyenda urbana: la gran conspiración neoliberal, la cual supuestamente transformó el modelo de desarrollo de acuerdo con esta ideología, y provocó la concentración del ingreso. Una explicación fácil, y como tal, atractiva, de lo que es de suyo un problema complejo, y que sustituye el análisis, e incluso hace innecesaria la propuesta seria (¡sería suficiente sacar del poder a los neoliberales!). Así, al descontento justificado se le agrega la confusión injustificada.
Para revertir las fuerzas centrífugas, debemos partir del análisis de nuestra realidad para, sobre bases sólidas, dimensionar el cambio necesario. Solo así podremos transformar el descontento en una fuerza positiva de cambio político. La complejidad del diagnóstico obliga a soluciones extraordinarias que, sin traicionar los principios democráticos, genere una plataforma multipartidista de transformación profunda.  http://www.nacion.com/2012-09-05/Opinion/Nos-amenazan-fuerzas-centrifugas.aspx

miércoles, 25 de julio de 2012

Nuestras oportunidades perdidas



Ennio Rodríguez. Economista
Costa Rica ha vivido una crisis económica de baja intensidad prácticamente desde la gran crisis de agosto de 1981. Son treinta años de manejar una sucesión de crisis potenciales sin que estallare ninguna nueva crisis de grandes proporciones, pero sin atender los problemas de fondo. Los resultados están a la vista, con la excepción notable del sector externo, las políticas económicas han estado dominadas por el corto plazo. Se han manejado así los desequilibrios macroeconómicos mediante recurrentes programas de estabilización, que si bien han impedido grandes crisis fiscales y elevadas tasas de inflación, una consecuencia directa también ha sido una treintena de años de oportunidades perdidas, en particular, nunca se han logrado las condiciones para un crecimiento económico sostenido. De estabilización en estabilización, las autoridades económicas han hecho verdaderos malabares para no dejar que el corto plazo estalle. Pero así, una generación no pudo ver superadas las condiciones de rezago relativo con respecto a las economías desarrolladas. Es decir, seguimos atrapados en el subdesarrollo, y la quinta parte de la población, en la pobreza.
Unos pocos datos ilustran las oportunidades perdidas. En 1980, el ingreso nacional per cápita de Costa Rica (medido por la paridad del poder de compra) era superior al de Corea ($6.070 y $5.444, respectivamente). Mientras Corea creció sostenidamente, Costa Rica solo logró un crecimiento promedio mediocre, de tal manera que el ingreso nacional per cápita de Corea en 2011 casi triplica el costarricense ($28.230 vs. $10.497). Incluso, muchos clasifican hoy a Corea como país desarrollado. Los coreanos se demoraron los mismos treinta años en desarrollarse, durante los cuales Costa Rica no logró, siquiera, duplicar su ingreso nacional per cápita por estar sumida en esa crisis permanente de baja intensidad. Otros indicadores sociales como los años de escolaridad promedio de las respectivas poblaciones o los niveles de pobreza reflejan aún más dramáticamente el rezago creciente de Costa Rica.
Otros datos que muestran tendencias de largo plazo son la convergencia o divergencia de los niveles de ingreso per cápita. Una divergencia muestra una separación creciente de los niveles de desarrollo. Mientras en 1960 el PIB per cápita de Costa Rica representaba el 34% del estadounidense, en el 2007 había caído al 27%. Otros países que hace cincuenta años tenían un nivel de ingreso similar a Costa Rica (Irlanda, Singapur y Chile) y otros cuyo ingreso era bastante inferior al de Costa Rica (Corea, Mauricio y Malasia), en el mismo periodo, todos aumentaron su convergencia con Estados Unidos. ¡Singapur incluso logró superar el ingreso per cápita estadounidense! La convergencia ha sido posible en muchas partes del mundo, por lo que debemos concluir que la divergencia y subdesarrollo de Costa Rica son autoinfligidos.
Por décadas tuvimos el problema combinado de un déficit fiscal amenazante (con la breve excepción de la Administración Pacheco que logró tener un superávit primario, aunque a costas de comprimir el gasto y la inversión) y una inflación de dos dígitos. Esta última como consecuencia primordialmente de una política cambiaria que tenía como objetivo, mediante las minidevaluaciones anunciadas, mantener el tipo de cambio real. El cambio en la política cambiaria ha permitido bajar la tasa de inflación. Pero en el frente fiscal ha ocurrido un deterioro, de tal manera que los avances logrados en la reducción de la deuda pública se están consumiendo en el financiamiento de los gastos corrientes y continúa sacrificada la inversión pública al igual que durante las últimas tres décadas. Solo en carreteras el Banco Interamericano de Desarrollo ha calculado un déficit de más de diez mil millones de dólares (solo para alcanzar a países de niveles de ingreso similares). La débil inversión en infraestructuras es una de las causas de las tasas de crecimiento comparativamente bajas y, en consecuencia, de los limitados aumento del empleo y reducción de la pobreza.
El carácter dual de la economía costarricense también impacta negativamente las posibilidades de crecimiento. Así, un sector disfruta de condiciones cercanas al primer mundo, tanto en trámites como en acceso a aeropuerto, electricidad e Internet y, además, está totalmente exento de impuestos. El éxito exportador ha dependido en gran medida de este sector de zonas francas. Pero el empleo depende, principalmente de las empresas nacionales que no disfrutan de dicho régimen, particularmente de las empresas pequeñas y medianas (pymes). Estas deben, entre otros factores: i. batallar contra trámites y controles crecientes administrados de manera ineficiente; ii. pagar impuestos mientras compiten con el sector informal que no lo hace; iii. sufrir créditos caros mientras no existe el financiamiento para capital de riesgo (no hay banca de desarrollo ni mercado de capitales); y iii. les impactan frontalmente las limitaciones de infraestructura en carreteras, puertos y aduanas. Por otra parte, el aumento vertiginoso del empleo público es una de las causas estructurales del déficit fiscal. La solución sostenible en cuanto al empleo depende de la suerte de las pymes. Mientras no se mejoren significativamente las condiciones de su competitividad el crecimiento de producción y empleo no serán satisfactorios.
Política salarial. Los desequilibrios macroeconómicos y la dualidad estructural han contribuido a generar, adicionalmente, una tendencia a la concentración del ingreso, lo cual se ha unido a la política salarial expansiva del sector público, en desmedro de los empleados y empresarios del sector de las pymes y de los pobres. Este deterioro distributivo está alimentando un descontento y desconfianza crecientes. Quizás aliviados porque en el corto plazo (dos o tres años) no estallará el tema fiscal, seguimos optando por el subdesarrollo. Seguimos acumulando nuestras oportunidades perdidas. ¿No va siendo hora de que optemos por desarrollarnos y acabar con la pobreza y la frustración?

http://www.nacion.com/2012-07-22/Opinion/nuestras-oportunidades-perdidas.aspx